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Borobó
no fue
mi amigo

Me dice Begoña, que acaba de llegar de la soleada y fresca calle de las compras del día,esas de última hora que siempre se olvidan y devuelven la tranquilidad a las fiestas de la calle, que ha muerto Carlota Borobó. Me cuesta creerlo, porque, aunque no me hablara o me entretuviera con sus prosas camineras a veces en años, lo tenía siempre presente, precisamente a través de sus hijos y la madre, Carlota, un encanto de señora que hablaba, ya al final, con poca voz- ¿tal vez el siglo que casi calzaba ya desde hace tiempo en su Compostela le había robado la voz, pero no la palabra?... Carlota era la antítesis del carácter de Mundo, de su aspereza, del rechazo inicial que producía encontrarse con él, sin más ni más y salpicarte a la cara la memez que acababas de estampar en tu comentario de ayer... A veces, sus réplicas, te producían bilis rechazo inmediato.

Estaba yo charlando con alguien ajeno a la actualidad del momento, viajero de paso, como quien dice, y veo que viene hacia nosotros la pareja de Carlota y Mundo; unos metros antes de abordarnos, él quiere desviar la trayectoria y volver atrás en sus pasos, algo que Carlota, es evidente, trata de impedir. Gana Carlota y me toca a presentar al interlocutor ajeno “Fulanito, y los señores de Borobó, Carlota y Raimundo, mis grandes amigos”. Apretón de manos y respuesta de Mundo, como si estuviera aprovechando la ocasión para desmentirme: “Bueno eso de tus grandes amigoslo dices tú...” “Tengo tan pocos, replico, que en cuanto te veo, te agarro y no te suelto... para presumir”. Pero él siempre hablaba en serio, así que nunca estuve seguro de que, en efecto, fuéramos amigos.

Pero de Carlota y sus hijos, a los que he pasado años sin ver, siempre me he considerado amigo de verdad. Mundo hijo fue siempre el más lejano por razones de trabajo -también periodista- y eso significa vivir en Madrid -creo que en la agencia estatal, de la yo fui consejero, con Luis María Ansón de presidente.

Borobó, en Boiro, era un burgués; con casa frente al mar de San Martiño, y con casa en Madrid en la Ciudad de los Periodistas, sus raíces, en cambio, son las que echó en la Guerra Civil, como socialista y comisario político. A primeros de los años setenta, de vuelta de un viaje musical y de curso veraniego a Italia, le envié al director del vespertino “La Noche”, unas cortas piezas literarias. Sin más, sin tarjeta de visita, que aún no tenía... Me las publicó en silencio periódico. El director era Borobó, un tanto lejano en el afecto... Pero en la casa de Boiro hasta nos invitó a merendar -no, a comer creo que no- desde la altura de su casa de verano. Ah, y la calle que le puso el alcalde Velo en Boiro sigue, tan cortita y señorial con el nombre de Borobó.

Perdón... apenas he dicho nada de Carlota. Ella es el elogio del amor de este que no era mi amigo porque no quiso.

23 ene 2022 / 01:00
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