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¿Buenos días?

    BUENOS días, ¿eres Pauli González?

    - Sí, soy yo.

    - ¿Tienes 21 años?

    - Sí.

    - ¿Y cáncer?

    - ...

    El otro día una llamada de un número desconocido me despertó más temprano de lo que me habría gustado. Cogí el teléfono con los ojos entrecerrados y la voz quebrada y esta fue la conversación con la que me encontré. Al principio pensé que se trataba de una broma de mal gusto, que había alguna especie de cámara oculta o que me llamaban del Hormiguero para ganar 3.000 euros diciendo la palabra mágica. Pero no fue así.

    Cuando pregunté quién se encontraba al otro lado del teléfono, una voz alegre y juvenil me respondió que “mi asistente del banco”. Me estaban llamando para venderme un seguro contra el cáncer juvenil. “Mi asistente” me contó que, solo en 2021, más de 2.000 jóvenes de mi edad habían fallecido a causa de esta enfermedad y que las posibilidades de desarrollarla eran más altas de lo que creía.

    La situación era surrealista, tanto que me pellizqué el brazo por un momento para asegurarme de que no estaba soñando, delirando o algo parecido. ¿Me estaban preguntando si tenía cáncer a las 9 de la mañana para venderme un seguro de vida?

    Colgué amablemente el teléfono y me tumbé de nuevo en la cama desubicada. ¿Qué habría pasado si les llego a decir que sí, que tengo cáncer? ¿Me habrían vendido también un asiento VIP para el próximo autobús al cielo?

    Cuando se lo conté a mis amigos, la historia les hizo bastante gracia. A
    mí, en cambio, me entraban escalofríos cada vez que la repetía. ¿Dónde se han quedado los principios? ¿Justifica el fin los medios? ¿De verdad el dinero lo puede todo?

    Me parece increíble que una empresa sea capaz de tener una conversación tan frívola con sus clientes con el único objetivo de hacer caja. Según los datos de ICEA, el 42% de los españoles, aproximadamente 20 millones, tiene seguro de vida. ¿Lo tendrán todos porque han sido acorralados nada más despertarse? ¿O lo tendrán porque lo han considerado importante sin necesidad de que le aseguren que sus posibilidades de padecer una enfermedad de este tipo son altas?

    Me imagino a otros jóvenes como yo cogiendo
    el teléfono mientras acuden al hospital a tratarse, mientras acompañan a
    su madre a su sesión de quimioterapia o mien-
    tras lloran la muerte de
    algún ser querido. Tal vez “mi asistente” y los suyos no se han parado a pen-sar demasiado en ellos, o tal vez es que ha llegado el día en el que el dinero
    lo paga todo.

    Lo único que sé es que ni me han vendido el seguro, ni me lo van a vender, porque lo único que han conseguido es que bloquee ese número pa-
    ra poder volver a despertarme con mi alarma. Pensaba que la brusca era ella, pero no...

    21 ene 2023 / 01:00
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