Camilla Parker

ANTES de su muerte, Isabel II dejó resuelto el mes de febrero pasado uno de los problemas fundamentales a los que tendrá que enfrentarse Carlos III
–God save the King–, que su esposa Camilla Parker Bowles
sea aceptada como reina consorte, tal cual era la voluntad de la reina fallecida.

Como todo el mundo sabe, los caminos del amor son inescrutables y pasan por distintos avatares de los que no están exentos la infidelidad, la infelicidad, el adulterio, la separación, el divorcio y la vuelta al amor de juventud, o a su reflejo en un cuadro de Oscar Wilde.

Que Calos III no debió casarse con Diana Spencer lo ha confirmado la historia trágica en la que acabó esa relación, y por otra parte el final feliz de la relación del rey y la reina consorte. A Camilla quizá no se le perdone formar parte de un matrimonio de tres como lloró Lady Di, pero en su descargo, y en el de Carlos III, constatar que ambos se han demostrado un amor fieramente humano.

FLECHA. Después de los fastos de 1992 llegó la crisis de 1993. ¡Pero qué carajo! 1992 fue un año estupendo, el año de España. A Sevilla le tocó la Exposición Universal, el AVE Madrid-Sevilla y una autovía que unía todas las capitales andaluzas.

A Barcelona los Juegos Olímpicos, la organización de los mejores de la historia, el redescubrimiento del mar por la ciudad, un nuevo urbanismo.

Y a Madrid la pedrea de la
Capital Cultural de Europa que pasó sin pena ni gloria. Todo ello en el marco del quinto centenario del Descubrimiento de América.

Las organizaciones de los actos fueron un exitazo, el deporte español dio un paso adelante, el orgullo nacional por unos días y unos meses estuvo en niveles altos, el mundo redescubrió Barcelona que tiene que tener cuidado para no morir de éxito.

Se cumplen treinta años de la flecha que voló hacia el pebetero con el fuego olímpico. Coby miraba atónito y los españoles seguían con la boca abierta su trayectoria que levantó la moral de la gente.