Caminos de la ciencia

ESTE mes de octubre que termina participé en dos congresos internacionales, uno en Colombia y otro en México, sin moverme de Santiago de Compostela. El primero se celebró los días 7 y 8 de octubre (2020) en la Universidad de Caldas, con sede en la ciudad de Manizales (Colombia) y estuvo dedicado a las Respuestas de la Fenomenología y la Hermenéutica al mundo de hoy. Los organizadores, amablemente, me invitaron a pronunciar la conferencia de clausura, con el pequeño inconveniente de que la pusieron a las 5 de la tarde (hora colombiana) y yo tuve que hablar a medianoche (hora española).

El segundo fue el congreso organizado por la Universidad Autónoma del Estado de México, con sede en Toluca, dedicado al tema La tarea de las Humanidades en la Universidad, celebrado los días 21 al 23 de octubre. Los organizadores me enviaron con tiempo el enlace para conectarme por videoconferencia, pronuncié mi conferencia, atendí las preguntas del coloquio y ahí acabó toco. Solo una preciosa estampa de la ciudad de Santiago de Compostela al atardecer, tomada desde la alameda, personalizó mi procedencia universitaria y arrancó los elogios de los asistentes.

Supongo que no queda más remedio que aceptar el mal menor de las videoconferencias para participar en los congresos internacionales durante esta época de pandemia, pero ¡cuánto se pierde! Ha desaparecido el contacto personal compartiendo un café o un almuerzo con los colegas; no podemos aprovechar para desatascar un acuerdo institucional llevando en mano documentación y papeles firmados; es imposible escuchar durante la jornada completa a todos los participantes porque, al fin y al cabo, yo seguía en mi puesto de trabajo.

La tecnología ofrece soluciones para casi todo, pero no puede sustituir las relaciones personales ni los pequeños detalles que hacen a nuestro mundo un poco más humano.