Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Canalizando

    SI hay algo importante en esta vida, para mí nada lo es más que el saber ordenar y canalizar el pensamiento en todas las facetas que a cada cual le toque abarcar. A mi juicio, ante un conflicto interno o encrucijada de caminos, no hay nada mejor que pararse a pensar, escribir aquello que nos oprime, ordenarlo, resumirlo, englobarlo y hacer el ejercicio de verlo desde fuera con perspectiva y pensando una estrategia a seguir para tratar de solucionarlo.

    Tal y cómo se lee –que normalmente es mucho más suave que cómo se está sintiendo– debemos aceptarlo y actuar. En la confusa, incierta y hasta a veces dolorosa búsqueda de la resolución, no solamente nos encontraremos a nosotros mismos, sino que tras bajar nuestras expectativas, nos prepararemos para encajar los posibles golpes que puedan llegar.

    Cayó en mis manos un artículo de Joan Juliet Buck, ex directora de Vogue Francia, actriz, escritora y mil cosas más. Era algo parecido a “Consejos que le darías a tu yo de veinte años”. Previsible, pensé, sin embargo no fue así.

    Esta inteligente mujer –porque en mi opinión lo es todo aquel que se conoce lo suficiente a sí mismo como para estar capacitado para entender a los demás–, hizo alusión a la importancia de canalizar la energía hacia lo que uno desea y, jamás, hacia lo que uno teme. Otra de las perlas que extraje de dicha narración, hacía alusión a que era más sencillo andar cuando uno dejaba de dispararse en los pies.

    La alegría es un estado contagioso que otorga de un poder extraordinario al que la pone en práctica. No obstante, tendemos a olvidarlo. En general es más sencillo dejarse llevar por un pesimismo llamado miedo al que tememos y nos paraliza. Quizás pensamos que mientras ocupemos nuestra mente calibrando todo lo malo que puede llegar a pasarnos, estamos salvaguardándonos en la advertencia, pero no es así.

    El pegarse tiros a uno mismo es tan absurdo como llevar cenicero en una moto. Es dañarnos gratuitamente y, en el fondo, es ser unos vagos. Porque la vagancia mayor que conozco es la de dejarse ir sin ninguna previsión y sin pararnos a entender el mundo y la función que cada cual tenemos dentro de él.

    Esa sensación de total hastío suele ir de la mano de un narcisismo pasivo difícil de tolerar. Algo así como “Prefiero no hacer el esfuerzo por salir de esta situación porque tengo que pensar mucho, no veo nada claro y yo lo hago todo bien”. Un engaño en toda regla que esconde un miedo mucho mayor que el que a uno ocupa.

    Porque no hay mayor terror para el individuo que el de conocerse y descubrir que no se gusta, que ha hecho muchas cosas mal y que debe replantearse su sistema de vida. Por ello, mucha gente opta por continuar aferrándose a viejas creencias que le distraigan de su problema o por concentrarse en cualquier actividad que le ayude a escapar de ese yo que le atormenta. Y, corriendo sin rumbo claro se llena el mundo de seres torpes y superficiales, enfrascados en sus temores mientras tocan madera e incapaces de generar una alegría que es en realidad la gasolina de un planeta con el que, entre todos, estamos acabando.

    24 ago 2021 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.