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Canarias sufre doblemente

    EL ímpetu académico e investigador de nuestros colegas canarios no se frena pese a las adversidades con las que se van topando. No han sido meses, ni siquiera años fáciles para nuestros compatriotas isleños. Al fatídico impacto que ha tenido y sigue ocasionando la pandemia de la covid-19, especialmente en el sector turístico, debemos añadir ahora las consecuencias terribles de ese volcán de Cumbre Vieja que, desde La Palma, repercute en todo este hermoso archipiélago.

    Estos días tengo el privilegio, a la vez que el desasosiego, de comprobar, in situ, el temor y el coraje de una región que, pese a las circunstancias, desea luchar y enfrentarse, como tantas otras veces, a los reveses más inesperados.

    En absoluto eran las devastadoras erupciones volcánicas, ni los efectos destructivos de las coladas de lava, el objetivo de mi actual viaje a las Islas Canarias. Se trataba de otro problema, también humanitario, que hoy aparenta mudo debido a la notoriedad de un fenómeno natural, y también social y económico, que lo eclipsa todo. Hablo de esa inmigración irregular hacia España que encuentra en la peligrosísima ruta atlántica su máxima expresión.

    Hasta tal punto resulta inquietante este complejo y temerario periplo inmigratorio, que la propia ONU no deja de alertarnos sobre el mismo. De hecho, a poco que uno preste atención a los datos aportados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), descubrirá que el número de seres humanos que han perdido la vida en 2021 intentando alcanzar suelo canario duplica ya al de 2020.

    Diversos informes hablan de decenas de muertos diarios, y de más de 12.000 personas arribando al archipiélago en los últimos meses. ¿Cuántos más, anónimos y alejados de la extorsión de las mafias migratorias, se habrán quedado bajo las aguas sin contabilizarse? Sólo el Atlántico lo sabe.

    Pero incluso sufriendo y preocupados por la inseguridad que genera en la población canaria (al igual que en la andaluza y en la levantina) la súbita presencia de inmigrantes ávidos de supervivencia y oportunidades, nuestros connacionales isleños no han dudado nunca en mostrar, pese a los 3.000 kilómetros que nos distancian, la solidaridad que caracteriza a una España y a una Unión Europea que ellos abanderan de forma ejemplar.

    Así pues, tomemos nota. Y al igual que nuestros hermanos evidencian su compromiso humanitario una y otra vez, y dignifican nuestros valores solidarios, ahora que lo están pasando doblemente mal por la incesante presión inmigratoria y por las consecuencias de un volcán que no deja de rugir, sepamos responder también nosotros; mostrémosles toda nuestra gratitud, reconocimiento y lealtad; y ayudémosles a sobrellevar unas circunstancias adversas que nadie, y mucho menos ellos, merece.

    10 oct 2021 / 01:00
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