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Carnaval, carnaval

    INCONTABLES rincones de Galicia han vivido un entroido en minúscula, a capela como mucho, un querer y no poder, un hacer que se hace, una nostalgia más. Cansancio y deseo de volver, también en Venecia, con un carnaval en línea, a lo sumo mascarillas artesanas, sin reflejos en el Gran Canal, con la resignación obligada de dejar de ingresar unos 70 millones de euros.

    Por innumerables lugares del mundo, el mardi gras, apoteosis de la transgresión, calendas de bienvenida primaveral, grisáceo, casi opaco, de esperanzas pospuestas, herido por toque de queda y deseos virtuales.

    ¿Y qué decir de la saudade que atenaza a la ciudad carioca, paradigma del disfrute que matrimonia con la naturaleza, ahora traidora en su puñalada epidémica? Al pie de la favela Mangueira ya no brotan pelotones de pasión por la fiesta, inundación de democracia subalterna, salteada de escuelas de samba y sonrisas. A samba agoniza mas não morre, pero unos 20.000, hasta ayer, no volverán a danzar un baile de vivos.

    Cádiz, Tenerife, Barranquilla, Nueva Orleáns, Colonia, Niza... La nostalgia que no se puede curar con mesa y mantel, distancia y convivientes. Sambódromos que lloran su inutilidad manifiesta, porque su vacío no es más que un monumento a la frustración de plazo incierto. Peliqueiros en paro y formigas de Laza en vacación pacifista, el Ulla huérfano de generales.

    Lo cantaba el modernista Rubén: “Musa, la máscara apresta/ ensaya un aire jovial/ y goza y ríe en la fiesta/del Carnaval...”. Se hace, hoy, cuesta arriba, imaginarse otra cosa que no sea mirar al horizonte confinado, mientras el destino nos hurta el tiempo.

    Queremos una piñata repleta de ciencia y amor, un acabar con el mal, que llegue la pascua y vuelvan a existir los días con sentido, que se acabe el mal trago de los sanadores heridos, que los niños jueguen sin perímetros y las abuelas charlen al sol en las plazas liberadas.

    De todos modos, Don Carnal y Doña Cuaresma están hasta las narices de que un bicho veleta y malandrín, haya puesto el mundo del revés, porque para eso ya está el entroido, que lo hace mucho mejor y, además, sabe darle la vuelta al calcetín. Carnaval, carnaval...Creo que eso era de Georgie Dann, tiempos...

    17 feb 2021 / 01:00
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