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Reseña Musical

Celine Landelle (arpa) y Claudia Walker (flauta)

    Primero de los tres conciertos de esta semana de grupos de cámara de la “OSG”, en “You Tube” desde el Teatro Colón de A Coruña-20´00 h.-, en homenaje a las víctimas de la Covid-19, que tendrá como protagonistas a la arpista Celine Landelle y a la flautista Claudia Walker, con un programa preferentemente francés con el detalle añadido de que algunas de las piezas, fueron compuestas en principio para otra instrumentación en dúo. En cualquier caso, no dejan de ser composiciones apetecibles por su inmediatez y conocimiento de los buenos aficionados. Es el caso de la tercera “Gymnopédie”, del grupo de obras que mantienen una constante presencia por el uso de que ellas tenemos para todo tipo de usos. Satie les dio forma a comienzos de 1888 y conocieron su publicación gracias a la atención de su propio padre. Tanto la primera como la tercera, tuvieron una afortunada orquestación de Claude Debussy, en 1897. Un curioso ejercicio del autor en su indagación de un imaginario viaje a la antigüedad griega, de la que efectivamente, no hay referencia alguna. Ese nombre, “gymnopedies”, nos acerca a las danzas con las que se expresaban jóvenes efebos y no deja de lado la posibilidad de que sitúe en la lírica de Flaubert de “Salammbó”, otra manera de entendernos con sus preferencias y tentaciones. Esa tercera “gymnopedie”, muestra en tiempo lento y grave y es una dedicatoria al compositor Charles Kevadé, destacando por su misteriosa belleza.

    Karl Philipp E. Bach, con la “Sonata Hamburger”, compositor que en el conjunto de su obra, adoptará un nuevo lenguaje reconocido como “Empfinssamkeit”, el estilo galante que romperá amarras con respecto al barroco. Ciertamente no faltaba en su talante elementos conservadores, encontrándose todavía en sus obras el uso que se padre hacía de las modulaciones. Fundamentalmente, el hijo, en su primer período de aprendizaje en Leipzig y Frankfurt (antes de 1738), la influencia del padre había sido importante y de ello dará fe en su autobiografía, ya que hasta entonces, la tutela del maestro resultó inevitable. Obras suyas de ese período, tendrán una profunda revisión posteriormente, el frecuente uso de la modulaciones, la uniformidad rítmica de las composiciones y sus pesadas cadencias barrocas, se ajustaban al idioma del Kantor de Sto Tomás. Desde los 24 años, con su traslado a Berlín, se iniciará un período que durará hasta 1768 y las primeras obras de sentido expresivo y pasión, llegarán con las Sonatas prusianas”

    La “mélodie” en transcripción, la recibiremos gracias al Debussy de “Beau Soir”, en Mi M., “andante ma non troppo”, pieza de “Les années de jeuneusse”, precedentes al ciclo “Ariettes oubliées”. La poética de Bourget servirá de inspiración al músico, de la que saldrá esta ”mélodie” en 1880. Una reflexión sobre la fugacidad del tiempo, siempre en la cercanía de los compositores impresionistas. Un tema romántico, para una poesía sutil (dos estrofas de tres alejandrinos y un octosílabo). Esto en cuanto a la pieza destinada a la voz, pero su traslación instrumental no desmerece y para prueba, las frecuentes revisiones que podemos escuchar. Un agradecimiento pues para esta versión para flauta y arpa.

    Benjamin Godard (1849-95), con la “Suite Op.116”, músico que gozó de cierta celebridad en su vida y que la posteridad le relegó a un segundo plano. Se había formado con Vieuxtemps, en violín, y con Reber, en composición, en el Conservatorio parisino, llegando a obtener el “Premio de la Ciudad, en 1878, con la obra “La Tasse”, una sinfonía dramática para solistas, coro y orquesta. En su catálogo, destacan ocho óperas, que no han logrado sobrevivir, aunque la mejor considerada remite a Lamartine, “Jocelyn”, de la que la “Berceuse” conserva una apreciable curiosidad. También en el ámbito sinfónico destaca la “Symphonie Legendarie”, para solistas coro y orquesta. Mejor consideración reciben la serie de las páginas pianísticas de los “Études Op. 42 y op. 107”.

    M.Ravel y la popular “Pieza en forma de habanera”, calificada por el autor mientras diseñaba la obra como ”vocalise ëtude”, en lo que sería una pieza para voz grave y piano, de 1907. En mente, está una característica danza española de talante ensoñador y de ánimo reposado. Una de las transcripciones más logradas, es la realizada por Theodore Doney, pero no deja de ser una invitación para otras tentadoras lecturas. Un Ravel que se había beneficiado del los magisterios de Charles de Beriot y de Gabriel Fauré, especialmente en composición, que supondría un escalón hacia la consecución del codiciado “Prix de Rome”. Gabriel Fauré, del que se nos ofrece la “Fantasie en Mi m.Op. 79”, en principio pata flauta y piano, a la que dará vida en 1898. Entraba en el apartado de otras similares, como la “Romance en La M. Op. 69” o “Papillon, en La M. Op. 77”.

    J.Ibert y “Entr´acte”, otra de las composiciones de gran cartel en este compositor que nos dejará obras camerísticas como el “Trío para violín, violonchelo y arpa”. Llegó a ocupar el cargo de director de la “Ac, Villa Medicis” de Roma, tras haber logrado un “Prix de Rome” en 1919. Aspecto a destacar y de ello tenemos constancia regularmente, es el tiempo dedicado a la composición de bandas sonoras para filmes, desde Orson Wells a Pabst o Dudivier. Un americano como Vincent Persichetti con la “Sonata nº 10”, con raíces musicales en el Conservatorio de Filadelfia y en el Curtis Institute, teniendo como principales maestros a Fritz Reiner, en dirección de orquesta y Olga Samaroff, en piano.

    02 jun 2020 / 20:32
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