Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Cenicienta en el Hórreo

    CUENTAN que muchos de los asistentes a la toma de posesión de Feijóo se preguntaron quién era aquella señora que bajaba con él y con el presidente del Parlamento la escalinata del Pazo do Hórreo. Sonaban los acordes siempre emocionantes de la Marcha del Antiguo Reino de Galicia, el trío descendía por los peldaños y algunos se hacían cábalas sobre la personalidad de la mujer, hasta que los más enterados sugirieron que tendría que ser la ministra enviada por Sánchez a la ceremonia. ¿Pero qué ministra, de qué departamento? Son tantos los componentes del Gobierno y tan oscuras sus responsabilidades, que ese trabajo de identificación es arduo.

    En todo caso la ministra aún sin identificar parecía satisfecha por las deferencias del anfitrión. Quizá por primera vez desde su toma de posesión ante el rey era visible en un acto de semejante empaque. Ya con la escalinata atrás, accedieron al salón noble y los tres se colocaron en el escenario para proceder. Por aquel entonces, gracias a la febril actividad de los móviles, se sabía que la dama incógnita se llamaba Carolina Darias, que era competente en Política Territorial y procedía de Canarias.

    Se estaba cumpliendo la profecía de Andy Warhol sobre que todo el mundo sería famoso durante quince minutos, que en este caso fueron algunos más. No podía suponer el artista de las latas Campbell que en ese futuro que imaginaba también habría ministros o ministras a los que les costaría lograr esa cuota de popularidad.

    Carolina Darias lo consigue gracias a un antagonista político que la trata como el Príncipe a Cenicienta, la lleva a palacio, la sitúa en lugar preferente, la agasaja y la despide con honores antes de que ella regrese al complejo Ejecutivo del que forma parte. Podría haberse repetido esa segunda parte de la historia que refiere a una Cenicienta que vuelve al lugar donde fue feliz durante unos instantes, pero doña Carolina es socialista y ese final es imposible. Hermosos tiempos los de los cuentos en los que no existían las barreras ideológicas para la felicidad. Al menos la señora Darias se llevará un recuerdo bonito, y no como su colega de Interior postergado en un rincón durante los fastos del lehendakari.

    El contraste es sorprendente. El presidente del PP es delicado y atento con la embajadora de Sánchez, mientras que Urkullu desprecia a Grande-Marlaska, a pesar de ser socio prioritario del Gobierno socialista y tener al socialismo vasco de mascota en su Ejecutivo. En un caso la ministra Cenicienta se siente agasajada; en el otro un ministro destacado recibe la misma consideración que la protagonista del cuento en casa de la madrastra. Bien sabe el nacionalismo vasco que no hay ninguna descortesía que pueda romper la dependencia que la Moncloa tiene de Ajuria Enea.

    El representante del poder central fue castigado, según las crónicas, a una dependencia donde se apilaban archivos viejos y estaba Otegi, cómodo con una mascarilla que le recodaba al clásico pasamontañas. Es igual. Aunque lo hubiesen relegado a un cuarto oscuro el eje Madrid-Vitoria seguiría inamovible. La ministra Darias, en cambio, gozó como ministra en el Hórreo, sin sentirse aludida por el himno allí donde anuncia que tendrán fin as vaguedades.

    09 sep 2020 / 00:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.