Centralizar la investigación

LA euforia de la concesión a
A Coruña de la Agencia para la Supervisión de la Inteligencia Artificial, mayor a la que se produciría si se instalase un centro de investigación prestigioso o una industria importante, nos ha recordado la película de Berlanga Bienvenido míster Marshall. Con ello ha pasado desapercibida la concesión de las menciones Severo Ochoa o María de Maeztu a centros de excelencia de investigación de España.

La concesión lleva consigo para cada centro una importante cantidad económica, entre medio y un millón anual durante cuatro años y sobre todo da prestigio al centro, que entre otras cosas implica recursos económicos adicionales por parte de diversas fundaciones.

A la convocatoria de este año se presentaban cuatro centros singulares de Galicia, el CIQUS ( Centro en Química Biológica), el CIMUS (Centro en Medicina Molecular), el IGFAE (Instituto Gallego en Física de Altas Energías) en Santiago y el CITIC (Centro en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) de A Coruña, que cumplían los fuertes requisitos de calidad exigidos por la convocatoria. Dos de ellos lo hacían por primera vez, el CIMUS y el CITIC y los otros dos habían concurrido otros años. El IGFAE logró hace cinco años la mención María de Maeztu hasta la actualidad.

Este año ninguno lo ha conseguido. Uno de ellos parece que estuvo muy cerca siendo el mejor calificado de los de su especialidad. Los cuatro que se presentaban son unos centros magníficos, con una trayectoria excelente y que atraen investigadores de todo el mundo.

La concesión se hace por comisiones formadas por investigadores internacionales prestigiosos. Sin embargo es muy difícil clasificar y ordenar centros de diferentes especialidades. Entre los criterios que se utilizan, además de la actividad científica realizada, se encuentra el apoyo institucional que tiene el centro por parte de las instituciones y de la sociedad.

La Xunta, a través de la implantación de los centros singulares y posterior evaluación para su financiación, ha realizado un apoyo notable; sin embargo, no ha insistido en poner en evidencia que el resultado no podría ir en una mayor centralización de la investigación.

Actualmente, con las nuevas incorporaciones el número de centros Severo Ochoa y María de Maeztu están cerca de cincuenta, de los que casi cuarenta de encuentran entre Madrid y Barcelona. Por cierto, algunas relacionadas con la Inteligencia Artificial. Es un resultado inaceptable en cuanto significa una centralización que se podía evitar sin disminución de la calidad exigible.

En Galicia estamos entretenidos por la concesión de una agencia principalmente administrativa, mientras que el flujo de la realidad económica y académica se dirige hacia una centralización cada vez más fuerte. Ni los partidos políticos, ni los ayuntamientos, ni el Gobierno autonómico, ni las universidades gallegas han reclamado. La decisión también ha pasado desapercibida mediáticamente. Parece como si no importase.