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Ciencia, patentes y pandemia

    ESTOS días estamos vien-do en la prensa numero-
    sos artículos en los que se hace mención a que numerosas personalidades de todo el mundo (expresidentes de Gobierno, premios Nobel, científicos...) están reclamando que se suspendan temporalmente las patentes de las vacunas de la COVID-19.

    Pese a la magnitud de estas iniciativas, la resistencia es muy fuerte desde el ámbito de las empresas farmacéuticas. Su argumento es el de siempre, que ellas invierten mucho en investigación y desarrollo, que se tarda mucho tiempo en conseguirlas y que si no hay patentes no tendrían fondos para su desarrollo.

    Estos razonamientos, que podrían ser aceptables en condiciones normales de la vida hace muchos años, no lo son en los duros tiempos de pandemia que estamos viviendo. Como decían en un excelente artículo sobre este tema, los premios Nobel de Economía J.E.Stiglitz, M.Spence y J.Ghosh, del International Development Economics Associates, en esta crisis, o nos salvamos todos, incluyendo los países pobres, o no se salva nadie.

    El virus actual y los que vendrán llegan para quedarse. Tenemos que aprender a luchar contra ellos conjuntamente. La alta capacidad de mutación del que provoca la COVID-19 indica que no nos libraremos de él mientras no lo hayamos controlado en los cinco continentes.

    Por otra parte, es falsa la afirmación de que son las empresas farmacéuticas las que asumen toda la I+D de las vacunas. En primer lugar, porque el conocimiento científico es acumulativo, y si hoy podemos desarrollar en un corto espacio de tiempo diferentes tipos de vacunas en todo el mundo, es porque tenemos un excelente background científico creado por miles de científicos de todo el mundo.

    Científicos que desarrollan su labor con financiación pública. Publican sus resultados en revistas en las que cada vez se trabaja más en acceso abierto –es decir, accesibles a todo el mundo– y que a su vez deben pagar de nuevo con fondos públicos para hacerlo.

    Sin olvidar, que los mismos científicos actúan como revisores de miles de trabajos de las revistas científicas, a coste cero (sí, gratis, sin cobrar por ello), lo que quiere decir que, de nuevo, son los fondos públicos los que ponen la ciencia al alcance de todos.

    Seguro que más de uno ha pensado: “¿Cómo es posible que ahora podamos tener una vacuna tan pronto?”. Pues gracias al rápido desarrollo de la tecnología soportada por la ciencia, que nos permite automatizar el desarrollo de productos y, por cierto, disminuir de forma considerable el coste de producción.

    Una reciente viñeta de El Roto publicada en El País decía: “La ciencia es laica pero las patentes son sagradas”. Eso piensan las grandes compañías, pero evidentemente debemos luchar contra tan interesada e injusta postura. Por todo ello, animo a apoyar, desde todos los ámbitos de la sociedad, la petición de liberar las patentes de las vacunas.

    21 abr 2021 / 01:00
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