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Ciencias y Letras

    hay una costumbre muy extendida entre nosotros de clasificar a las personas como de ciencias o letras; los que utilizan esta dicotomía un tanto radical parecen creer que la gente tiene unas determinadas aptitudes que los inclinan a un lado o al otro. En mis largos años de profesor pude comprobar muchas veces la popularidad de esta teoría, que quizá sería mejor llamar opinión; la tenían muchos alumnos, sus padres y también no pocos de los docentes, que era lo que a mí me llamaba más la atención.

    Este asunto toma a veces tintes divertidos pero que en el fondo son algo lamentables: ahí está el que se jacta de que no sabe lo que es un metro cúbico o calcular un tanto por ciento. En el otro lado no falta tampoco quien se siente ofendido si le hablan de literatura y considera que la poesía es una pérdida de tiempo.

    EN 1959 C.P. SNOW, científico y literato, pronunció en Cambridge una famosa conferencia que provocó mucha controversia en los años siguientes. Se titulaba “Las dos culturas” y en esencia venía a decir que había una separación entre los mundos científico y humanístico que solo podría traer males para el desarrollo de nuestra sociedad, al tiempo que reivindicaba que el conocimiento científico era también cultura. Pero no es el caso discutir aquí en detalle las tesis de Snow, al que cito para mostrar que estas discusiones están entre nosotros desde hace tiempo.

    La civilización occidental estableció siempre como la base del sistema educativo el aprendizaje de las lenguas clásicas, el latín y griego, su literatura y la historia de Grecia y Roma.

    Durante siglos las élites europeas estudiaron un canon invariable que les facilitaba una cultura común y un modo de ver la vida. Más o menos debilitado el sistema siguió vigente hasta entrado el siglo XX. Yo mismo asistí a sus estertores y tuve mis dos años de latín en bachillerato y una anécdota divertida: para Reválida de cuarto curso me prestaron un diccionario mucho mejor que el que usábamos en clase y que traía como ejemplo el texto de César que nos pusieron en el examen.

    PERO A PARTIR DE LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA, poco a poco al principio y de forma arrolladora después, un nuevo actor se incorporó a la escena. Si queremos entender el universo o el mundo físico hay que estudiar a Newton y saber matemáticas; luego se desarrollan la biología y la química y aparece la teoría de la evolución y más tarde la de la relatividad y el mundo subatómico y así hasta hoy. ¿Qué es lo que hay que estudiar? ¿Qué significa ser culto? Los sistemas educativos fueron evolucionando lentamente y las ciencias se fueron introduciendo en ellos, no sin luchas e incomprensiones.

    LA CAPACIDAD HUMANA ES LIMITADA y el conocimiento disponible abrumador; por eso establecer planes de estudio en la ESO y el bachillerato es un asunto delicado. Pongamos un ejemplo: el estudio del latín y su literatura. Han pasado dos milenios y un lector actual de la Eneida necesita una edición profusamente anotada que le aclare infinidad de cuestiones de tipo mitológico o incluso político. Sé que hay defensores de que el latín sea obligatorio pero a mí me parece que eso ya no es viable, lo que no quita que una minoría pueda y deba estudiarlo; ellos serán los que editen mañana para nosotros las obras clásicas.

    Todos tenemos aficiones, facilidad para unas materias o dificultad para otras pero, siempre que nos movamos en un nivel de conocimiento más o menos básico, no deberíamos hacerle ascos al aprendizaje de todo aquello que nos permita conocer mejor el mundo: estudiar la Revolución Francesa y algo de estadística o dedicarse a la biología y disfrutar con la literatura.

    No, no somos de ciencias o de letras. La mayoría de las veces esta disyuntiva esconde una pereza intelectual camuflada. Aunque, por supuesto, siempre habrá cosas que nos atraigan más o nos cuesten menos.

    ÚLTIMAMENTE VAN APARECIENDO trabajos que indagan en los efectos que los grandes avances en el campo de la informática producen en los usuarios. Parece que hay un cierto consenso en que el texto retrocede ante la imagen y que baja la capacidad de interpretar lo que vemos y el tiempo de atención que dedicamos a nuestras búsquedas en la red. Las consecuencias a medio plazo pueden ser importantes. Quizá, si las cosas siguen así, muchos ya no serán ni de ciencias, ni de letras y sí de Tik Tok o de cualquier diabólica aplicación que lo resuma todo en unos pocos segundos.

    10 oct 2022 / 01:00
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