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Cinco horas con la oposición

LAS cinco horas del presidente gallego con la oposición, repartidas a partes iguales, no se concretaron en acciones específicas ni aproximaron posiciones en los considerados grandes asuntos. El principal logro puede resumirse en la cordialidad de los encuentros, aderezado con la posibilidad -mera probabilidad- de que algún día vuelvan a juntarse. El fruto me parece escaso, pero no desentona con las expectativas creadas. Feijóo, al término de las recepciones, manifestó el deseo de que Galicia sea excepción al ruido ensordecedor que en estos momentos distorsiona la política española. Pontón y Caballero valoraron el diálogo y la voluntad constructiva de las partes. Buenas palabras.

Tengo la impresión de que los protagonistas se esforzaron por aparentar utilidad a la cumbre. Se especulaba con el objetivo de la foto, hipótesis abonada en la manera de gestionar los encuentros. Pontón para visualizar su jefatura en la oposición, rechazando la cita conjunta; Caballero no podía quedar al margen, y Feijóo porque el presidente de un gobierno debe serlo de todos. BNG y PSOE representan a casi la mitad de los gallegos. La situación que atraviesa el mundo, y Galicia es, aunque pequeña, una parte del orbe, requiere en este momento de amplios consensos, más allá de las ideologías. De acuerdos de país, que se dice. En España, con los actuales liderazgos políticos, son imposibles. Y en alguno de sus territorios, todavía más difíciles. Es el caso de Cataluña, en donde ni siquiera los de la mitad independentista se ponen de acuerdo entre ellos. Pero en Europa tenemos otros modelos interesantes. Algunos de éxito contrastado, como la Alemania de Merkel, o de acuciante necesidad en Italia, con la unanimidad en torno a Draghi.

Dado el escaso ruido al que hacía referencia Feijóo, en Galicia se dan condiciones para hablar con franqueza, escucharse sin interferencias e incluso de llegar a entenderse. Con un horizonte electoral relativamente alejado, salvo artera maniobra de Sánchez si las encuestas le fueren favorables, la situación se torna propicia al diálogo. Pero hay que empezar por los cimientos, no desde arriba, y trabajar seriamente para una acertada selección de los asuntos a tratar.

Carece de sentido que estas reuniones a tres solapen la actividad parlamentaria, pero en este instante hay una prioridad, la pandemia y sus daños colaterales en la economía, que supera el ámbito del legislativo. Requiere de la colaboración del Estado, y para que Moncloa cumpla lo que con justicia nos corresponde no vendría mal un frente común de los tres partidos. Un acuerdo de país. No se trata de que los socialistas gallegos rompan con el PSOE, pero sí de hacer ver a Sánchez que cuando se trata de distribuir fondos estatales casi siempre se hace con criterios perjudiciales para Galicia.

Por eso, en las próximas cinco horas con la oposición, si las hubiere, deben centrarse en lo prioritario: exigir igualdad de trato.

Adefesios físicos y políticos

SE conoce popularmente como O Adefesio al edificio de la Casa da Xuventude de Santiago, en la Praza do Matadoiro. No entro en sus usos, seguramente mejorables como todo en la vida, porque el acertado mote con que se tilda dicho inmueble municipal se debe a uno de los significados del término: “Una cosa muy fea”, define la RAE. Pero más descriptiva incluso es su traducción al gallego: espantallo. Cierto, su visión espanta. Y no solo agrede a los sentidos si no que destroza la armonía e incluso la esencia de la plaza y encima impide la integración del parque de Belvís en la ciudad histórica. Pero hay otros adefesios en Compostela, en este caso políticos. Otras acepciones del término son “despropósito, disparate, extravagancia”. El culebrón sobre el lugar donde construir las instalaciones del Imelga encaja perfectamente en cualquiera de estos significados. Veamos, el Gobierno gallego decide construirlo en Santiago y pregunta al Concello, que aporta los terrenos, dónde. Raxoi, en vez de fijar la ubicación le ofrece tres opciones, pero una de ellas, siendo legal, no vale. La Xunta lo tiene en cuenta y se inclina por otra, pero también se frena porque hay que consultar a la vecindad. ¿A cuál? ¿ La de Fontiñas, de Santiago, a todos los gallegos? ¡Qué lleven el Imelga a O Pino!

28 mar 2021 / 01:01
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