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Reseña Musical

Clara Jumi Kang, solista de la “Sinfonía Española Op. 21”, de E.Lalo

    Concierto de la “OSG” en el Coliseum de A Coruña- 20´00 h-, en el que la joven violinista coreana Clara Jumi Kang será solista de la “Sinfonía Española Op. 21”, de E.Lalo, bajo la dirección de François López- Ferrer, una confirmación de la vigencia de la saga del maestro López Cobos, maestro con el que contábamos hace unas temporadas y al que no tuvimos por la amarga noticia de su fallecimiento. François, muy ligado a Cincinnati, ciudad en la que López Cobos dejó memoria, fue nombrado director asistente de la “Cincinnaty S.O.” y del “May Festival” de la capital norteamericana. Doble nacionalidad la que comparte el director, que trabajó con formaciones españolas como la de “RTVE” y la “O. de Castilla- León”. También su experiencia latinoamericana le llevo a colaborar con la “O.S. de Chile” y su “Ballet Nacional”. François pasó por la Tonnhalle Orchester, de Zurich, la O.S. de Hamburgo, el Musikkollegium Winterthur, la Berliner Camerata, y la Orchestre Haute-École de Musique, de Lausana. Asistió a masters de Neeme Jarvi, Paavo Jarvi, Gennady Rojdesvenski y Bernard Haitink y es fundador y director del “Ensemble Vita- Queen City”

    Clara Jumi Kang, comenzó su formación como niña prodigio en la Escuela Superior de Mannheim con Valery Gradov y con Zakar Bron, en la Escuela Superior de Lübeck. Debutó con tan solo seis años con la O.S. de Hamburgo, al tiempo que ampliará estudios en la “Juilliard School”, con Dorothy Delay. A los 9 años grabó el “Triple concierto” de Beethoven, y un recital para el sello “TELDEC”. Un percance a consecuencia de un accidente la obligó a dejar su carrera que acabará recobrando años después y con sólidos argumentos por la serie de galardones obtenidos: El Tercer Premio Tibor Varga del Concurso para violín, de 2007; el Primero del Concurso de Corea; el “Segundo del Concurso de Hannover y el Primero de Sendai, de 2010. Grabó para “DECCA” su trabajo “Modern Solo”, con obras de Ysaÿe, Schubert, y la “Última rosa de verano”, de Ernst. El repertorio camerístico, tan de su gusto, la llevó a compartir labores con Kyun-Wha Chung, Jian Wang, Gautier Capuçon, Paul Neubauer, Maxim Rysanov o Cho Lian Lin. Dispone de un “Guarnierius del Gesú” (Ex-Moeller), de 1725, cesión de la “Samsung Music Foundation Corea”. Tuvo el privilegio de ser dirigida por maestros de élite: V.Fedoseyev, Andrey Boreyko, Christopher Poppen, Vladimir Spivakov, Gidon Kremer, H.Holliger o Yuri Temirkanov.

    Edouard Lalo y la “Sinfonía Española, para violín y orquesta Op. 21”, sobre la que recurriremos a J.Marie Fauquet para situarnos en ella. Pablo Sarasate, autor de piezas de inspiración española destinadas a sus conciertos, le hará conocer temas de música popular de su tierra, piezas que importa poco desentrañar y que actúan como un catalizador en su sensibilidad. Por instinto será capaz de crear giros, colores y climas que asociamos con España y ello con el detalle de que nunca había pasado d los Pirineos. El violín, se convertirá en el sol de la sinfonía que se forma en su imaginación. Debemos añadir que también otros terrenos de la tradición francesa se vieron iluminados por la inspiración producida por España. La literatura de Théophile Gautier en “España” y “Le voyage en Espagne” o la pintura de lienzos de Manet. Será la obra maestra y que realizará con una facilidad poco frecuente, cuyo último compás, lo escribirá mientras está de vacaciones en el Canal de La Mancha.

    Puede decirse que es una de las más difíciles y seductoras, para el instrumento solista y aporta al género algo parecido a la “Carmen” de Bizet- terminada por las mismas fechas-, y de hecho, ambas obras se estrenaron en 1875. Nietzche, tras haberla escuchado, se colmará en alabanzas sobre ella, ya que vivifica la música francesa al conducirla a una fuente más sana y fértil, situándose en el lado opuesto de las sonoridades introspectivas de la música germana. Lalo sobrevivirá a Bizet, dejando obras como el ballet “Namouna”, mientras se dan a conocer “España” de Chabrier y “Le Cid”, de Massenet, o los hispanismos de Debussy y Ravel, que serán temas muy distintos´

    Cinco tiempos, en esta obra que se estrenará el 7 de febrero de 1875, en París y cuyo “Intermezzo” se añadió a instancias de Sarasate. El “Allegro no troppo, en Re m.”, que se abre con un vigoroso unísono de la orquesta acompañada por timbales, mientras el solista se lanza con desenvoltura hacia la zona aguda. El ”Squerzando”, que entra con unos furtivos “pizzicati” de las cuerdas, que diseñan un ágil motivo de seguidilla y con la línea del violín en caprichosos abandonos a modo de grupetos típicamente hispanos. El “Intermezzo”, basado en un auténtico ritmo árabe sobre el que se expresa el violín en notas graves, dentro de una sentimental melopea de raro encanto, con una parte central más virtuosística y una retorno a los orientalismos. El “Andante”, con su talante más noble y grave, con una introducción suntuosamente coloreada para llevarnos a una recapitulación de sonoridades transparente. El “Rondó”, pequeña obra maestra, se expresa por su ingenio y su garbo, gracias a su estilo nervioso y vivaracho.

    Tchaikovski con la “Sinfonía nº 5, en Mi m. Op. 64”, estrenada por el autor en San Petesburgo y que en confidencias con su estimada Mme von Meck, confesaba haber tenido verdaderas dudas con ella, por falta de confianza en sí mismo. Volverá a dirigirla un año después, en 1889, en Hamburgo, con una entusiasta recepción y en una ocasión que le permitirá reencontrase con Brahms. Pervive con todo el sentido del “fatum”, al que era claramente proclive, en esa irresistible entrega al peso del destino y hasta la predestinación determinante. Una vida la suya, condenada a no ceder al reposo en sus estados de ánimo. La obra evidentemente, tiene mucho de autobiográfica. El “Adagio-Allegro con anima”, devanea entre lo sombrío y la devastadora tristeza, con detalles que manifiestan algo de marcha y de coral, en su transcurso, aparece un fondo de escondida inquietud, pese al ritmo que le caracteriza, en su apogeo de fanfarrias de metal. El “Andante cantábile con alcuna licenza”, ofrece una larga melodía de trompa, de singular nobleza y patetismo.

    El “Allegro moderato”, es sencillamente un vals, género que domina e incorpora a tantas de sus obras, y que no renuncia a su elegancia natural y pausada, convirtiéndose en su parte central en un movimiento más distendido por la utilización de insistentes “staccati” en la sección de cuerdas, moderado por la contenida tristeza. El “Andante maestoso-Allegro vivace”, amplio final, parece recordar los modismos de Liszt. A través del “Allegro” vendrán motivos para en forma de coral, de pretensiones solemnes y con una coda que recurre al tema principal del primer movimiento, que se repite con los instrumentos de metal, convirtiéndose en una actitud de cierta desmesura, aceptada por el propio compositor.

    26 mar 2021 / 01:00
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