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Compasión por la víctima

    EN la naturaleza, fuerza, astucia y habilidad para camuflarse favorecen la supervivencia y predominio de algunas especies o razas. Cuando la humanidad parte de principios no muy distintos a los de la selva –y así ha sido a menudo– se mueve en un primitivismo que puede conocer altruismo y Derecho, pero que también mata por odios nacidos de representaciones mentales y no como los animales por la necesidad de prevalecer ante la amenaza de hambre y de ser presas.

    La vida social toma así valor de mera supervivencia, y en relación a las circunstancias políticas que la garantizan y como sumisión a ellas, el colaboracionismo, delación y pasividad condescendientes son camuflaje de supervivencia, como el insecto toma la forma del palo.

    La sociedad vasca fue así. No mucho mejor que la Alemania nazi, o el franquismo hasta entrados los sesenta, la Rusia soviética, la de Putin y homólogos americanos, donde si te significas estás muerto. A cierto campesino le concedieron título de labrador ejemplar. Su mujer lo recogió más tarde de manos de un funcionario para que el desplante no les costase disgustos pues nunca recibirían un honor que obligaba a dar la mano de Franco.

    El Gobierno, con muchos simpatizantes en altos escalones del Estado de sociedades exclusivistas y cerradas, escudriña la lejanía ética pues no puede asumir que colaboracionismo, delación o una condescendiente pasividad son el lugar ético en que históricamente situamos a sus afinidades electivas, de cuya transición y aceptación del marco democrático soy partidario.

    Acostumbrados a que el liberalismo respete al débil y diferente, la vida y la libertad de conciencia, sorprende que mil personas fueran asesinadas después de 1945 con cierto consenso social y clerical (como en Rusia) por ser considerados diferentes o de otra raza.

    Como no es creíble que en el continuo ético quien quiere olvidar a unas víctimas no olvide en el fondo a las otras, las asociaciones de víctimas encuadran al presidente más lejos de Dinamarca que de Ruanda y de los tutsi que de los hutus, al acusarle de simpatizar por pragmatismo o convicción con el viejo nacional-socialismo de herriko-taberna –no mucho mejor que el de cervecería muniquesa–, y sus campos de exterminio, como supieron tres turistas gallegos asesinados tras torturas y Ortega Lara.

    Sánchez no debe preocuparse por Franco y sí de que muchos se nega-
    rían hoy quizá hasta a estrechar su
    propia mano.

    19 jul 2022 / 01:00
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