Con alivio

LAs presidenciales USA dejaron una noticia esperanzadora y dos preocupantes que apuntan a merma galopante de prestigio para la gran potencia mundial. El sueño americano amenaza con tornarse pesadilla. Mueve a esperanza que el elegido haya sido el candidato demócrata. Los pesimistas dudan de que Joe Biden sea capaz de dar cuenta del recado de pacificar el país y devolverle la grandeza perdida. Cálculo que subestima un dato relevante: la democracia se basa en la creencia de que personas comunes si llegan a gobernar pueden hacer cosas buenas por sus conciudadanos. De su carácter discreto y conciliador sería de esperar que no fracase en el intento.

La primera de las noticias inquietantes es que los republicanos mantienen la mayoría en el Senado, y no se les supone voluntad de resistirse a la tentación de valerse de ella para anular las iniciativas presidenciales. La segunda es que certifica que el derrotado, no solo retuvo a los votantes de 2016 sino que ganó muchísimos nuevos. (El éxito del populismo pide revisar la parte imputable al modelo económico que crea pobreza extrema, caldo de cultivo del malestar que lleva a la desesperación y todo más).

El accidentado desarrollo del proceso electoral descubrió las carencias del sistema, que resume esta paradoja: ser el ganador de las elecciones no garantiza de suyo alcanzar la presidencia, ya que para esto se necesita tener la mayoría de votos en el Colegio Electoral (al menos 270). Anomalía que implica violación del principio democrático de que todos los votos valen lo mismo. Prestaría el flamante presidente un importante servicio a su patria si acordara con los republicanos una reforma de dichas leyes con la mira de asegurar la pureza.

El modo inaudito con que el derrotado osa impugnar la victoria de su rival implica deslegitimación del sistema. El futuro se entolda cuando los políticos pretenden que los tribunales de justicia les concedan el poder negado por las urnas.