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Con Patricio Pron

    PATRICIO PRON es un escritor argentino, pero también alemán, y español. Quizás no se defina por las naciones, por las patrias (creo que es un concepto que no le interesa mucho), ni por los pasaportes, sino por esas geografías que un día recorres y que otro día te recorren a ti, porque nosotros somos también una geografía, un territorio, una selva, un acantilado, una llanura, un salar, un patio soleado, un sótano, una catarata, un vagón en el tren, un lecho marino, un planeta.

    Patricio Pron a veces demora la frase, como si la estuviera modelando con arcilla. Puedo escuchar el torno de la sintaxis girando al otro lado del teléfono (hemos hablado por teléfono), hasta que de pronto, ahí está. Sale la pieza. Ha logrado la pieza de cerámica, porque creo que Patricio es exacto y riguroso, pero su palabra y su letra parte de esa materia difusa que es la vida, de esa arcilla que nos edifica y que también construye el lenguaje. Y por eso a veces hay que tirar platos y ollas de barro, y azulejos de colores, porque se ha saltado el esmalte o se ha torcido el eje. Y otras veces es justo con la pieza que te quedas: la pieza que nunca nadie más tendrá, el objeto raro y único.

    Resulta que Patricio Pron, al que entrevisté allá por 2016, ha vuelto ahora con una colección de cuentos, todos sus cuentos, o al menos muchos, ordenados cronológicamente. El libro es hermosísimo y lleva el título de un verso de Bob Dylan: ‘Trayéndolo todo de regreso a casa’. Lo publica Alfaguara.

    Al otro lado del teléfono las frases de arcilla van tomando forma. Muchas frases de Patricio Pron son largas, como meandros en la llanura, en la chaira, se demoran, ya digo, buscan dónde fluir. Así son también algunos de sus títulos: ‘No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles’. Por ejemplo. ‘La vida interior de las plantas de interior’. Otro ejemplo. Y así.

    Los cuentos, estos cuentos, estaban publicados (algunos), inéditos (otros), algo desperdigados, o alejados (en Argentina, en Alemania), porque los cuentos son fotografías, fogonazos, instantes, epifanías, recortes de la vida. Y van quedando por ahí, los pobres, sabiendo que, si el autor es prolífico, les nacerán hermanos en todas las geografías y en todos los vagones de tren.

    Entonces Patricio Pron me dice que ha logrado llevarlos al lugar donde un día nacieron, recuperar su instante (¿revivirlos?), y así ha logrado reunir esta extraña familia de historias. Tan extraña familia que Pron, insiste, no reconoce apenas la paternidad de las doce primeras. No es que no reconozca a sus hijos literarios, es que él dice que Patricio Pron 0, por ejemplo, era otra persona diferente.

    Si hoy estoy hablando, pongamos, con Patricio Pron 5, que no estoy seguro, es probable que sea diferente de lo que será Patricio Pron 17, dentro de bastantes años. El paso del tiempo nos obliga a ofrecer nuevas versiones de nosotros, nuevos modelos, y no sólo de carrocería. Por eso Patricio Pron no reconoce a Patricio Pron, a aquel de ‘Mitad del caballo en el parqué’, a aquel de la última función circense de los hermanos Karamazov.

    Pron ha ido atravesando geografías emocionales y geografías de arcilla, con toda la herencia literaria de Latinoamérica a sus espaldas. Son sombras alargadas, como dice Banville de Joyce. Inevitables. Podríamos hablar de Bolaños o de Borges, otra vez, claro, pero volvemos a hablar de Piglia. Una cita en este libro (una cita de Piglia) dice: “narrar es tomar decisiones”. Puede que vivir también. Porque no tomarlas debe ser un lujo casi inalcanzable.

    17 jul 2021 / 01:00
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