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Conciertos de la “EAEM”, en el Paraninfo da Universidade

    Dos conciertos ofrece la “EAEM”, en la serie de Alumnos de Curso Avanzado de Especialización Orquestal, en el Paraninfo da Universidade-20´30 h-, comenzando por el de esta tarde, que incluirá en programa el “Quinteto en Do M. D. 956”, de Franz Schubert, en interpretación de alumnos de Natalia Madison, en este caso las violinistas Estefanía del Barrio y Daniela Lewysohn, la chelista Carmen Diego, la viola Ayse Yavuz y el contrabajista Marcos Vázquez. Una prueba de resistencia para estos intérpretes para esta obra que vio la luz en la Musikverein vienesa en 1850 y que en la edición de 1853, por la casa “P.S. Spina”, tendrá un tratamiento par dos violines, viola y dos chelos, opción sorprendente para la época, con posible inspiración en George Oslow, autor de 34 quintetos de posibilidades variadas. Esta sesión, incorpora a un contrabajista como alternativa frente a la común con los violoncelo y se desarrolla en los cuatro tiempos preceptivos, desde el “Allegro ma non troppo”, en el que destaca un coda concentrada, para dar paso a un “Adagio”, calificado como el “corazón del silencio melodioso”, tiempo conmovedor por su sencillez, desde el tono elegíaco del primer tema. En su coda, remite al clima trazado en los primeros compases, que llevan a un “decrecendo” hacia un acorde sombrío, para cerrar en “pianissimo”.

    El “Scherzo: Presto”, divaga entre la ternura y la tristeza, por sus abundantes disonancias. Un amplio tema de perfil descendente, contribuye a crear un clima extraño, de profunda meditación, en el que la alternancia de unísonos en forma de recitativos, de trinos palpitantes y acordes con apoyaturas, recrea su discurso. Los instrumentos se utilizan en el espacio más grave y el trío se convierte en el foco de atención de la obra. El “Allegretto” combina el rondó con la forma sonata de tres temas y que deja la impresión de haber sido compuesto por los años más apacibles. Un final, “a la tzigane”, partiendo de un tema vigoroso gracias a un acompañamiento sincopado. El espíritu de escritura sinfónica que enmarca el trabajo, resulta sorprendentes cuando podía haber vuelto al cuarteto que le resultaba más familiar, pero de todas formas, no queda constancia de que se hubiese interpretado en vida del autor.

    Tras las huellas de su “Gran Sinfonía en Do M.”, como aprecia Brigitte Massin compondrá este quinteto y a falta del manuscrito perdido, es imposible precisar el momento exacto en el que comenzó a escribir la obra. En indicación a los editores, está claro que se empezó en verano y se terminó en septiembre, posteriormente a los “Heine-Lieder”. En cuanto al privilegio concedido al violonchelo, confirma el hecho de obras tan significativas como el “Cuarteto en Sol, D. 887” y los deslumbrantes dos tríos, el “D. 889” y el “D. 929”. No menos podremos decir de su extensión, ya que supera con creces los cincuenta minutos de exigencias agotadoras, para todos los ejecutantes. La pura esencia del romanticismo musical que le convertirá en una obra querida, apreciada y preferida en las programaciones camerísticas hasta nuestros días, en la que adopta deliberadamente el doblar las dos voces extremas.

    Para mañana también en el Paraninfo da Universidade, turno para alumnos de Jon Etterbeeck, en esta ocasión para instrumentos de viento, que se confían a Sergio Sánchez (trompa), Roberto Bolaño y el trombonista Javier Fernández. La “Fuga II”, de Johann Sebastian Bach, convenientemente trascrita en arreglo por Eberhardt Ramm, antes de pasar a un compositor por descubrir, Eric Ewarzen (1954), músico activo y del que se toma la pieza “A Philharnic Fanfare”, un compositor que asistió a las docencia de Samuel Adler, Milton Babbitt- compositor que con regular frecuencia se escucha en las programaciones de certámenes dedicados a las formas contemporáneas-; Gunther Schuller- adalid entusiasta de la llamada “Tercera Escuela”, en las confluencias entre el jazz avanzado y las corrientes clásicas, un definitivo innovador y creador de escuela, cuyos alumnos se encuentran entre las tendencias más avanzadas de los intérpretes actuales. Es autor de un manual de obligada consulta y que fue editado hace años por la firma argentina “Víctor Leru”: “El jazz, sus orígenes y desarrollo” (Early Jazz: Its Roots and musical Developement). Ewarzen, pasó por la Eastmann School of Music y por la Juilliard School, neoyorquina (1980), y ejerce la docencia en la serie de Encuentros Musicales de la New York Philharmonic, las Escuelas de Artes Hebreas y el Lincoln Center Institut. Cultiva todo género de músicas, y en lo relativo a los instrumentos de viento, destacan obras como “El himno para los perdidos y los vivos”, “Himnos y danzas celtas”, “Vuelo” o “Bailarinas celestiales”.

    Arcangello Corelli, con la “Sonata da Chiesa Op. 2, nª III, según arreglo de Gabrielle Wojaik, conjunto de obras que tendrían como dedicatario al cardenal Panfili, en 1685 y que se editaron bajo el título de “Sonate a tres, doi violione, o cembalo...opera seconda”. Las sonatas de cámara siempre respetan la unidad tonal y se abren generalmente mediante un “Preludio” lento o una “Allemande” a los que siguen movimientos de danza, como solía ser típico, apreciados por su sentido estilizado. Ya los “Preludios” se definen por su gravedad melódica, a veces majestuosa y un tanto solemne. Once de esas sonatas, están construidas en tres o cuatro movimientos. El músico nacido en Rávena, en febrero de 1653, pronto asimilará las técnicas virtuosísticas del violín, al igual que el ejercicio de la composición llevado a su grado sumo. Hará su debut precisamente en el estilo de las “sonatas a tre”, a partir de 1681, un género que conocerá otros grandes maestros como Legrenzi y Bononcini. La “Sonata III, del Op 2”, destaca por el cuidado de la “Allemande” y la “Corrente”, en un progreso de diseño continuo de terceras. El primer violín, no obstante, conserva toda su autonomía virtuosistica que se observa en otras sonatas del mismo grupo.

    Frigyes Hides (1928/2007), se escuchará por su pieza “Triga”, un compositor húngaro formado en la mejor escuela de procedencia eslava, asentada por los grandes maestros fundacionales tan de renombre en la actualidad, compositores que curiosamente, tan presentes en nuestras programaciones, tardaron en ser recibidos con el respeto que se merecían, y cuyos nombres no será necesario citar. Sus raíces, evidentemente, las encontramos en la Academia Ferenz Liszt, de Budapest, en donde fue alumno especial de János Visky, y con las garantías que ofrecían un futuro esperanzador, acabará asumiendo las direcciones del Teatro Nacional, de Budapest (1951/66) y a mayores, cono autoestima y entretenimiento, la compañía de la “Operetta Theatre”, entre 1974/9. No dejó al margen los trabajos de composición, recurriendo a los géneros más diversos, desde obras orquestales o conciertos para solistas y en lo relativo a lo que pueda afectarnos, recordaremos el “Concierto para oboe y orquesta nº 1” , el Concierto para quinteto de metales” o el “Requiem”

    11 may 2022 / 01:00
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