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Crimen en el Colegio Mayor

    ES el título de Agatha Christie que mejor conviene a lo que está en boca de todos. Hay algo deprimente en el enorme alcance social de la noticia protagonizada por unos estudiantes de Colegio Mayor, que abrió cabeceras y telediarios y dio pie a enfáticas declaraciones de ministros, funcionarios universitarios, políticos y cargos públicos, que se llevaron las manos a la cabeza pidiendo un castigo ejemplar.

    Lo deprimente no es el episodio en sí, muy banal para quienes conocimos estas infantiles tontunas en tres colegios mayores: chicos en los que el apremio sexual adolescente se verbaliza como juego (como aquella chica que nos recitaba cien nombres del pene), provocador siempre, no ideológico, pulsión de crecimiento. Por infantiles cuando no vejatorias (éstas no sexuales), me opuse siempre a las bromas y novatadas de Colegio Mayor, porque entre otras cosas había graves asuntos en que pensar y un país por hacer.

    Pero aquel país remató en éste, y aquel estrecho moralismo nacional-católico desembocó en un moralismo laico no menos reaccionario en nombre de un constructo político externo y artificioso, una feminidad, anticientífica y antifeminista impulsada por un ideologismo oportunista que vive de agitar para desavisados una extrema dicotomía inexistente –política y entre sexos– y un moralismo orientado a la desigualdad de éstos ante la ley

    Este país, que llama tolerancia a la dejación e igualdad a la uniformidad, es menos liberal y transigente que su entorno portugués, francés e italiano. El escándalo de estos muchachos sucede en un país donde se miente mucho en política y se asesinó, robó y derrochó en el pasado. Donde una conferencia universitaria es a menudo interrumpida violentamente por los nuevos apostólicos fernandinos, y donde se golpea o mata por un pin o unos tirantes con la bandera española. No hay socialistas, separatistas, podemitas ni leches, solo tradicionalistas hasta las cachas, antiliberales de toda la vida. Gentes que no creen en la separación de poderes, adolescentes que juegan a políticos y partidarios del genocida Putin y homólogos iraníes o americanos.

    Se criminaliza una estupidez de críos quizá para ocultar entre tantas impotencias la dificultad para impedir homenajes a los falangistas de nuevo cuño que regresan de matar más cansados que arrepentidos. Nunca la democracia fue menos democrática, tan orgánica. Y no se confundan: Franco ya daba una paguita todos los 18 de julio.

    11 oct 2022 / 01:00
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