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Crisis del conservadurismo

    LIZ Truss ha durado seis semanas. El Reino Unido capea su etapa post brexit con un partido conservador desorientado empeñado en sacrificar primeros ministros para aplacar sus frustraciones. Esta crisis es la historia de una desilusión. Tomar una decisión dogmática de manera improvisada para luego recibir un duro golpe de realidad. Si se reducen los impuestos, pero no el presupuesto, se crea un déficit que sólo puede cubrir con deuda. La ausencia de detalles sobre cómo expandir la economía y mejorar la productividad, o de una hoja de ruta para reducir la deuda hizo caer la libra y disparó la prima de riesgo.

    Lo sucedido en el Reino Unido pone de manifiesto, que a la sempiterna crisis de la socialdemocracia, parece unirse ahora el desconcierto discursivo del bando conservador, cada vez más propenso a sucumbir a las veleidades populistas y a perder la batalla de las ideas del pensamiento radical dominante. A pesar de ser un reducto de heterodoxia (la ortodoxia la okupa la izquierda), no ha podido evitar empujado por esta que el término conservador se cargue de connotaciones negativas y se le identifique con poco amigo del porvenir, inmóvil e inamovible, mientras que liberal tiene como raíz uno de los valores que todo el mundo está dispuesto a blandir, aunque no a defender: la libertad.

    El conservadurismo tiene múltiples dimensiones, encuentra su centro en la virtud de la prudencia y sus valores en la continuidad, el orden y la libertad. Su programa fiscal se centra en un presupuesto equilibrado, que evite el gasto deficitario, los impuestos bajos y la regulación limitada.

    El conservador es un patriota sin adjetivos. Sabe que la moral, a diferencia de la política, no decepciona nunca. Concede gran importancia al cristianismo porque, entre otras cosas, le permite distinguir entre Dios y el César (este cuando se endiosa se vuelve totalitario). Comprende que las instituciones se justifican por nuestra incapacidad para vivir sin ellas. Firma la paz con la historia de su patria, la acepta toda, porque de toda es heredero y no sólo descendiente.

    El conservadurismo es una actitud vital que valora el presente, la herencia recibida y, por ello, ama la sociedad en la que nació, su Patria, su paisaje, arquitectura, costumbres, arte, historia y religión. Y porque lo ama, desea conservarlo. En este punto es preciso distinguirlo del tradicionalismo, que aspira a regresar a formas sociales o políticas del pasado, mientras que él sólo mira hacia atrás para saber quién es, de dónde viene, y al futuro para mejorar lo recibido.

    Los conservadores no se conforman con la ideología liberal y proponen todo aquello que el individualismo rechaza: la noción de bien común, los vínculos sociales, las virtudes cívicas, la tradición, las costumbres... A propósito, yo soy conservador demócrata cristiano.

    28 oct 2022 / 01:00
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