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Cronificación

    UNO de los grandes peligros de la guerra en Ucrania es la cronificación. Lo decía ayer Josep Borrell, el alto diplomático europeo, en una entrevista con ‘El País’, pero lo cierto es que ya lo había dicho en otras ocasiones, al igual que otros líderes de la Unión. Supone justo lo contrario de lo que esperaba Putin, al menos según explican los analistas: una guerra rápida, una especie de paseo militar. Tampoco Zelenski quiere una cronificación, porque el estado de guerra, aunque logren equilibrar las fuerzas, es, por supuesto, una gran anomalía, y supone un deterioro persistente. También para el invasor, pero no en la misma medida. Ucrania espera la reconstrucción y convertirse en miembro de la Unión al minuto siguiente. Así que la cronificación es una mala noticia, por mucho que subraye que Ucrania tiene resistencia para rato.

    La cronificación de una guerra en suelo europeo nos trae malas memorias lejanas. Y nos parece una rareza, algo con lo que no contábamos. Algo que no debería suceder en el siglo XXI, en la modernidad, en el futuro, si es que esto es el futuro. Hicimos lo posible para convertir la guerra en un hecho prehistórico, bárbaro, de tal forma que iniciar una provocara una sensación de vergüenza histórica, de falta de raciocinio, especialmente en nuestro suelo. Pero la guerra ha llegado.

    No sólo nos hemos visto involucrados en ella, de una u otra forma, sino que el deber de prestar ayuda a los atacados, subraya el propio Borrell, nos coloca en una grave posición moral, una posición que tiene que ver con el espíritu de Europa, viene a explicar, con la defensa de las democracias, atacadas por numerosos flancos, aunque reconoce que, más allá del rearme, todo tendrá que terminar en una negociación política. La cuestión es en qué condiciones se producirá esa negociación, cuando llegue.

    La cronificación de las guerras ha sucedido, y sucede, en otras partes del mundo. Las guerras olvidadas, o silenciadas, o las guerras latentes. También las guerras que retornar periódicamente, como un fuego mal apagado. A menudo dejamos de hablar de ellas, e incluso el eco mediático de la guerra en Ucrania, a pesar de la cercanía, ha descendido en las últimas semanas. Incluso en la pulcra Europa, esta guerra a las puertas corre el peligro de cronificarse, sí, y esa opción, al parecer no prevista por Putin, sí que tiene efectos negativos, igualmente, para los europeos. Las economías contemporáneas se comunican, incluida la rusa, naturalmente, y eso hace que sea imposible evitar las consecuencias. La guerra que se alarga alargará también la crisis energética, la crisis del cereal, la crisis humanitaria y la crisis política. Y, sin embargo, viene a decir Borrell, esa es la única oportunidad para poder lograr una negociación equilibrada cuando llegue.

    Es curioso que en este mundo acelerado, en el que todo cambia a gran velocidad, en el que se busca lo inmediato, sin embargo, haya una tendencia a que los grandes conflictos, las grandes disputas, empiecen a hacerse crónicas. En algunos casos, quizás, porque removerlas puede ser aún más peligroso. En otras, porque la cronificación, aunque indeseada, pueda ser una herramienta que permita a Europa no perder, dice Borrell, una herramienta que obligue a Putin a parar, una vez que se convenza de que la Unión es más fuerte y más estable de lo que quizás imaginaba. Y ello a pesar del gas.

    12 ago 2022 / 01:00
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