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Reseña Musical

Cuartetos de Schubert y Mendelssohn, en la Igrexa da Universidade

    El ciclo en sus propuestas y desde las primeras convocatorias, está destinado a la promoción de jóvenes talentos como los músicos que integran el Cuarteto Albéniz Prosegur- formado por los violinistas Jacobo Christensen y Valerie Isabel Steenken, el viola Keigo Suzuki y el chelista Leonard Chiodo-, con estudios en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en donde tuvieron como maestros a Reiner Schmidt, Alastair Tait y en la actualidad a Heime Müller, contando a estas alturas con una apreciable trayectoria, con presencia habitual a espacios históricos a modo de seña de identidad, desde la Fundación Carlos de Amberes, la Casa de la Moneda, el Museo del Prado, el Real Sitio de la Granja de San Ildefonso, el Real Alcázar de Sevilla o el Teatro Real. Les tuvimos en la Igrexa da Universidade, en la tarde del día 12, con un programa que dejó a los aficionados a los géneros camerísticos y en especial en el período romántico de plenitud, en un grado de reconocimiento y gratitud, y como no podía ser menos, el de Schubert por la seducción que ejerce, partiendo del reflejo del lied que impregna su planteamiento.

    Felix Mendelssohn-Bartholdy, con el Cuarteto en Fa m. Op. 80, destinado en principio a la primera parte, pero que se escuchó en la continuación. Obra en sus cuatro tiempos, fruto de un período de personal inestabilidad mientras encaraba una obra tan representativa como el oratorio Elías, y la muerte de su querida hermana Fanny. A la altura de 1847, volvería a esta obra que había dejado pendiente, en medio de otras que no acababa de concluir como la ópera Loreley, el oratorio Christus y otras piezas camerísticas. Poco tiempo le quedaba de vida pero a la postre, en el otoño del año siguiente, en 1848, el apreciado J.Joachim, lo estrenó en el Conservatorio de Leipzig, paso previo a la publicación gracias a la editora Breitkopf & Härtel. Se le llegó a calificar como un Requiem para Fanny, en una especie de grito de agonía. El Allegro vivace assai, resulta inspirado por la desesperación y el temor, partiendo del chelo que se descarga como una tempestad, cara a cara con la viola sobre un Fa grave. Fueron los violines quienes tradujeron esas angustias penetrantes y que nos acercan a la Quartettsatz, de Schubert. Un Allegro assai, para continuar en estos planteamientos, resulta en definitiva una especie de Scherzo, aunque el menos personal de su legado, quedando marcado por sus aspectos sombríos. Los cuatro arcos quedaban precisamente engarzados entre ellos. El Adagio, no podía faltar a las intenciones melancólicas, en una especie de elegía plagada de claroscuros, recuperando los lamentos del movimiento inicial. El Finale: Allegro molto, recuperaba de nuevo al mentado primer movimiento, pero con la acentuación de los pasajes amargos, llevados a la máxima expresión, en forma de paroxismo.

    Schubert con el cuarteto por excelencia, el D. 810, en Re m, (La muerte y la doncella), composición estremecedora, verdadero manifiesto del que este cuarteto mantuvo firmemente asentados los parámetros confesionales y que le unen afectivamente con la obra de Mendelssohn. Un cuarteto que no será interpretado en público hasta 1826, en la residencia de Joseph Barth, un cantante y amigo suyo, dedicatario del Op. 11. Se imponía esa tonalidad, por lo que no resulta sorprendente, a tenor de tantas otras en parecidas circunstancias. Respondió el Allegro como un signo fatídico que parece acercarse a la forma beethoveniana que repite con relativa frecuencia y que se reafirma con la entrada al unísono en fortíssimo de los cuatro integrantes. El temor del motivo de la muerte, se desgajó en todos los registros, y en los cuatro instrumentos, alcanzando la máxima exasperación, reafirmada en el segundo tema fuertemente contrastado. El Andante con moto, en Sol m., que remite al conocido lied con una serie de variaciones continuadas en un total de cinco, pujando por mantener la estructura esencial del tema. El Scherzo-Allegro molto, ampliaba perspectivas del lied de procedencia, acentuando el sentido angustioso que reclama este movimiento. La inversión del sentido inicial, resulta clave, quedando como una farsa siniestra marcada por violentos acentos y acordes furiosos marcados por las síncopas. En el Finale Presto, quedaban huellas sobre un ritmo de tarantela, en la combinación imaginativa de rondó y forma sonata, en una danza estremecedora. El Cuarteto interpretado en 1826 no se publicó hasta la muerte del autor, gracias a Josef Czerny. Lecturas intensas las de este cuarteto con raíces en la Escuela Superior de Música Reina Sofía y que tuvo a bien medir los condicionantes acústicos como el elegido, con las inevitables trabas de una reverberación imprevisible.

    22 nov 2021 / 01:00
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