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Cuestionada homilía

    SE ha levantado una gran polvareda con las expresiones utilizadas por el párroco de la iglesia del municipio de San Pedro en Albacete al referirse a las personas homosexuales y es evidente que, en una intervención pública como es la homilía de un sacerdote en una celebración litúrgica, debe extremarse el cuidado para no incurrir en expresiones que puedan llegar a herir a las personas, por más que se pueda no estar de acuerdo con la conducta o trayectoria de las mismas.

    La audición de la homilía de referencia, pronunciada en el 14 de agosto último, que, por lo demás, se produce en términos de serenidad y compresión, viene a incurrir, sin embargo, en el equívoco de proclamar como no queridos por Dios, por más que se vuelvan comunes, determinados comportamientos humanos de los que señala, concretamente, el que protagonizan las personas homosexuales, que, entiende, son rechazados por la moral cristiana.

    En el marco de la explicación de un pasaje del Evangelio de Cristo en el que se habla de “traer fuego a la tierra” parece, ciertamente, muy poco afortunado el mencionar el tema de las personas homosexuales, en un momento en el que la Iglesia católica, sin erosionar sus dogmas, sin embargo, trata de abrirse con compresión y amor a toda la Humanidad en los términos que lo está haciendo el actual papa Francisco I.

    Como era de esperar, la forma en la que se produjo esta intervención de un sacerdote de la Iglesia católica generó un cierto revuelo informativo y, sobre todo, un fuerte y legítimo rechazo por parte del colectivo de LGTBI, pero, también, de un amplio sector ciudadano. Y es que, en el marco de un mensaje evangélico que propone el amor y el acogimiento de todos los seres humanos, cualquiera que sea su condición, un mensaje que, de alguna forma y manera, separe a un determinado colectivo de personas parece poco adecuado y tiene que herir a algunas sensibilidades.

    Naturalmente que esto no excluye la libertad de expresión y de difusión de las propias convicciones y, más singularmente, la de la Iglesia católica a expandir su propia doctrina evangélica, lo que puede hacerse sin necesidad de violentar en lo más mínimo la personalidad y convicciones de las personas que no sigan esa doctrina o que, aun siguiéndola, no ajusten su conducta en todos sus términos a la misma.

    07 sep 2022 / 01:00
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