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Cumbre hispano-lusa, pero antigallega

DE LA MISMA MANERA que las comunidades autónomas participan en organismos de la Unión Europea representando, junto al ministro correspondiente, a España - es habitual ver a la conselleira Quintana junto a Planas en los Consejos de Ministros de Pesca de la UE- una fórmula similar convendría aplicar en las cumbres hispano-lusas. No cabe duda de que las regiones situadas a un lado y otro de la raya harían aportaciones, con conocimiento de causa superior a las de quienes residen en Madrid o Lisboa.

La reciente cumbre en Viana de Castelo, a 50 kilómetros de la frontera, puso de manifiesto la escasa sensibilidad, sobre todo por parte de la representación española, en asuntos prioritarios para el desarrollo económico y social de ambos países. Es esta ocasión, las aportaciones de Galicia, aunque solo fuera con voz, hubieran mejorado los resultados. La cumbre se centró fundamentalmente en la energía del futuro, denominada verde, la que precisa de materias primas muy abundantes tanto en Galicia como el Norte de Portugal: agua, viento y masa forestal. También se abordaron otros asuntos de interés común, como el turismo y la sanidad, materias de competencia fundamentalmente autonómicas. Y apenas se entró en el ámbito de las comunicaciones terrestres, concretamente del ferrocarril. La resistencia del Gobierno español hacia esta infraestructura es incomprensible. En Viana do Castelo se vio obligado a referirse al asunto por la insistencia portuguesa y el clima de presión de la sociedad gallega a través de los medios de comunicación, que no dejaron de preguntar por ello.

Al final, Sánchez se vio obligado a contestar, pero de manera tan evanescente e imprecisa que no compromete a nada. Los 30.000 euros asignados en los presupuestos del Estado para el próximo año el tren rápido Vigo-Portugal son muestra evidente de su desinterés. Contrasta esta apatía -¿castigo a Galicia por razones electorales?- con la decidida intención de su colega luso de llegar a la frontera con la alta velocidad en nueve años y convertir la red por Galicia en la principal unión ferroviaria de Portugal con el resto de Europa.

Habría que aprovechar la ocasión. No es seguro que quienes sucedan a Costa mantengan las mismas intenciones. De estar Galicia en la cumbre, el mandatario luso hubiera contado al menos con un aliado. No parecen serlo las dos vicepresidentas Calviño y Díaz, que de gallegas ejercen bien poco, aun siendo la segunda diputada por Pontevedra. ¿A qué se debe el desinterés gubernamental? Seguramente no hay una respuesta única. Además de que el PSOE no goza de buena salud por estos lares, tal vez tampoco su referente más destacado, el alcalde de Vigo, sea un entusiasta. La política de Caballero es de luces abundantes e intensas, pero cortas, Que el brillo no desborde su ciudad. No vayan a dar claridad en Oporto, A Coruña o Santiago.

Los localismos exacerbados denotan un cierto complejo, patología que en Vigo no tiene razón de ser.

Lo pagaremos todos

SORPRENDIÓ la furibunda reacción del Gobierno a un informe del Banco Central Europeo sobre el anunciado nuevo impuesto a los bancos. Resumiendo, venía a pedir que antes de aprobarlo se estudiaran las consecuencias de la medida, no vaya a resultar contraproducente. El documento, que lleva la firma de la presidenta Lagarde, advierte sobre algunos riesgos fáciles de entender aun por los profanos: la restricción al crédito y la inestabilidad financiera. Además, y no hace falta que lo diga el BCE porque todo el mundo así lo cree, al final los paganos seremos todos. El presidente Sánchez y varios ministros salieron en tromba despreciando el documento, llegando incluso a rebajarlo a una mala copia realizada usando el “corta y pega”, en palabras de un ministro, Escrivá, tenido hasta ahora por sensato. El Gobierno debiera ser más prudente en esta cuestión y atender la recomendación del órgano gestor de la política monetaria de la eurozona. El BCE tiene la obligación de velar por la estabilidad y solvencia del sistema financiero español, fundamental para la eficacia de la política económica. No debiéramos olvidar las lecciones del pasado reciente, cuando Zapatero alardeaba de que España jugaba en la Champions de las economías del mundo y nuestros bancos eran lo máximo en solvencia. Olvidar la historia nos condena a repetirla.

06 nov 2022 / 01:00
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