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De opio del pueblo
a actividad esencial

    CON Franco, el fútbol era considerado el opio del pueblo por buena parte de la oposición. No por toda, por supuesto. Ahí estaba Carrillo que pregonaba sin rubor su pasión por el Real Madrid. Estoy seguro de que Sánchez se hubiera alineado con los primeros de igual manera que hoy dice y hace lo contrario, hasta el punto de equiparar a los bien remunerados futbolistas con los sanitarios, policías y maestros que realizan actividades esenciales pero con mucha menor consideración pecunaria.

    En ese asunto me alineo con Podemos. Estoy en contra de este privilegio para unos millonarios, cuando hay muchas personas en este país muy necesitadas. Por ejemplo, la mayoría de autónomos que viven del trabajo diario. No voy a citar como esenciales al propio presidente del Gobierno y a los ministros porque no es políticamente correcto en los tiempos que corren, pero no me digan que en un país normal quienes dirigen los destinos de 47 millones de personas no debieran ser de los primeros en vacunarse.

    Se aducen razones de interés general, digamos que de utilidad pública –como en los indultos– además de patrióticas: representan a España y en consonancia los vacunará el Ejército. La utilidad vendría si generara efectos económicos positivos, lo cual sería loable, pero no resulta creíble. Si así fuere se hubiera tomado antes la decisión. Ahora llega tarde. Las vacunas tardan dos semanas en causar efecto y la competición comienza antes.

    Claro que la incompetencia del Gobierno en la gestión de la pandemia explica este retraso. Es este un caso más entre el cúmulo de despropósitos protagonizados por la ministra Darias en los últimos días. El episodio más esperpéntico fue cuando tras dictar unas normas la semana pasada de obligado cumplimiento, publicadas en el BOE, en contra de algunas autonomías, a los dos días insta a incumplirlas. Habría que aplicarle aquello de “tengo unos principios, pero si no le gustan también tengo otros”.

    Bochornosa también se puede calificar la decisión de exigir a los ciudadanos portugueses una serie de requisitos para entrar en España que el país vecino no pide a los españoles, aun estando ellos en bastante mejor situación sanitaria que la media española. Nueva rectificación, que hace la enésima, y mensaje al mundo del más absoluto descontrol.

    Haría bien el Gobierno en dedicarse a lo suyo, como el control de fronteras, en puertos y aeropuertos principalmente, por donde se sabe que entran las variantes del virus cuyos efectos todavía se desconocen, y dejar en manos de las comunidades autónomas la gestión sanitaria de la pandemia. Ocúpese también de la reactivación económica, creando las condiciones favorables para el empleo tras la pérdida de casi un millón de puestos de trabajo desde que Sánchez llegó al Gobierno, sumando parados y personas en ERTE.

    La economía se sostiene en parte artificialmente, a cuenta de lo que va a llegar de Europa, pero no es seguro que cuando desaparezca la ilusión por unos incentivos probablemente inferiores a las necesidades reales, volvamos a la realidad, y mucho más hipotecados que antes.

    Si el Gobierno hiciera lo que debe hasta se le perdonaría ese chute de opio futbolístico con el que pretende hacernos dormir y soñar plácidamente. ¡Qué gane España!

    10 jun 2021 / 01:00
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