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Deber, poder y querer

    DEBER, poder y querer son tres verbos de la segunda conjugación con un enorme potencial a la hora de definir la evolución de los individuos y de sus sociedades. Y lo son, todavía más, si cabe, en tiempos cambio como los que estamos viviendo. Porque si bien es cierto que cuando los tiempos cambian nosotros deberíamos cambiar con ellos, no es menos cierto que lo verdaderamente importante es qué cambiar, por qué cambiarlo y para qué operar ese cambio. Y en la esencia que subyace a estas tres preguntas encontramos otras tres: ¿Qué debemos cambiar? ¿Qué, debiendo, podemos cambiar? ¿Y qué, debiendo y pudiendo, queremos realmente cambiar? Porque cambiar por cambiar, como diría el gag, es tontería.

    Para que se me entienda siempre acostumbro a poner el mismo ejemplo... Hace años que quiero adelgazar. Todo el mundo me dice: Pero si tú no estás gordo. Yo suelo contestarles: Ya, pero cuando me casé pesaba quince kilos menos y me encontraba físicamente mejor. A lo que generalmente me replican: Pero si tú eres muy alto. Debo confesar que nunca entendí muy bien esta matización. Es más, siempre les contesto diciendo: Me casé hace dieciséis años, ya era igual de alto, y pesaba quince quilos menos. Pero vayamos al grano. Está claro que expreso mi deseo de operar un cambio. Pero voy a someterme al interrogatorio de las tres preguntas...

    ¿Debo cambiar? Aunque los valores de las analíticas se mantienen dentro de los márgenes razonables, algunos indicadores empiezan a rozar los límites. Eso me indica que debo empezar a cambiar. Pasemos a la pregunta dos: ¿Puedo cambiar? ¡Puedo hacerlo! Y sin demasiados esfuerzos. Un par de “cañitas” menos, controlar el aporte calórico de las cenas y en un par de meses seguro que bajo cinco o seis kilos. ¡Ya lo he logrado en el pasado! La pregunta puñetera es la tercera: Realmente, ¿quiero hacerlo? ¿Quiero cambiar? Dicho de otro modo: ¿Estoy dispuesto a renunciar a esos pequeños placeres gastronómicos que me levantan el ánimo cada noche para conseguir mi propósito? Si no lo estás, dirían mucho, luego no te quejes.

    ¿Por qué digo esto? Porque estamos a poco más de un mes de una Navidad que queremos disfrutar como nunca y los contagios se han empezado a disparar de nuevo. Todavía nos encontramos en cifras de incidencia por debajo de cincuenta, lo cual, según los expertos, concede margen para poder actuar. Esta vez, y ya van cinco, debemos cambiar y hacer algo cuando aún puede hacerse. Está claro que debemos y podemos cambiar los tiempos y las medidas para llegar a tiempo. La pregunta es: ¿Queremos hacerlo?

    11 nov 2021 / 01:00
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