Descalzo en la Catedral

LA tribu jacobea se alborotó el día primero de este mes cuando los seguratas de la Oficina del Peregrino y los de la Catedral impidieron a Alejandro entrar sin calzado en esos espacios: ¡‘antievangélico’, ‘estos no dejarían entrar a Jesús’, él arzobispo debiera lavar los pies a Álex’...! Este peregrino hondureño caminó de esa guisa desde Francia cumpliendo la promesa que hizo en la frontera de Estados Unidos cuando logró atravesarla un 25 de julio burlando la vigilancia después de encomendarse al Apóstol. En la meta de su peregrinación prefirió quedarse a la puerta antes de pedir prestado unos zapatos. Su caso viralizó algunas redes peregrineras; he chequeado fuentes y concluyo que el caso fue así.

Propugno que quede libre el acceso a la Catedral para peregrinos descalzos, de lo cual tenemos testimonios antiguos y contemporáneos. Me repugna pies descalzos sobre asfalto, sobre grava y mugre; pero admiro a quien lo hace así; y si hay un alto motivo que lo avale, más todavía.

Hubo la semana pasada en Compostela un Congreso de Pastoral del Turismo y mucho se oyó acerca del misterio que late tras la Peregrinación y tras el Turismo religioso, en que ambos comporten asomarse a lo sagrado. Por medio de la Belleza accedemos a la Verdad. Y a través de unos inflados pies descalzos podemos acercarnos a lo sagrado. Ábrase la Puerta Santa a quien llega descalzo a la tumba de Santiago Apóstol y también a la Oficina del Peregrino. Y que los responsables de la Catedral manden a los porteros que saluden con reverencia a quien accedan a pie desnudo. Estos saben más que quienes lo hacemos entrando con zapatos.