Desnudo
UN hombre joven, portando una mochila de camuflaje y el móvil, calzado con botas recias y calcetines cortos, el resto de la epidermis totalmente desnuda, acompañado de su abogado, llegó a la Ciudad de la Justicia de Valencia. Allí lo interceptaron los miembros de la Guardia Civil y le prohibieron el acceso. El tipo estaba citado para ver su recurso a una sanción administrativa por pasearse desnudo por la calle. El abogado defendió la actitud del cliente asegurando que se trataba de un “acto de libertad ideológica”. Fantástico.
La verdad es que considerar obscena la simple desnudez choca con el sentido común de la libertad individual. Es un puro condicionamiento cultural y, por tanto, puede llegar a ser considerado una cuestión ideológica, de índole religiosa, legislativamente represivo... sin hueco en el código civil. La desnudez es nuestro estado natural y no debiera llamar a escándalo. Yo lo dejaría en una opción de buen o mal gusto, como cualquier tendencia de la moda. ¿O no solemos ver gente vestida que atentan contra la paz de nuestros cerebros? Y nadie las denuncia en los juzgados.
A este respecto yo tengo una teoría. El ser humano pasa por dos etapas vitales indiscutibles. Una, las edades donde desnudo es más elegante que vestido. Otra, el tiempo donde vestidos insultamos menos a la vista que desnudos. Si esta fuera la norma social no escrita, veríamos con absoluta tranquilidad las calles repletas de gente desnuda y con incomodidad acomplejada a la ciudadanía vestida. Es un decir, porque nos ha costado muchos siglos llegar al actual uso cómodo de la ropa. La historia del vestido es fascinante y transmite la mentalidad de cada época con tanta fuerza o más que la filosofía, las creencias o los hechos históricos. Vale la pena leerla y aprender de ella.
Dijo alguien que la elegancia es un estado mental. También estoy de acuerdo y si el valenciano se siente distinguido en pelotas, ¿qué derecho tenemos a enjuiciarlo? El suyo puede ser un signo de nuestro tiempo. Quien se sienta ofendido que cierre los ojos. Y dejemos los juzgados en paz para hacer justicia sobre asuntos de verdadero calado social.