‘Día de la Malversación’
ESTE 6 de diciembre, efeméride de la Constitución, la Carta Magna ha tenido la mejor celebración de los 43 años anteriores. Como tal, pasó desapercibida. Es lo mejor que se puede decir de un árbitro, que es lo que es. El debate sobre su modificación, que siempre renace cual Guadiana, estuvo completamente ausente en la agenda. Bien sea por convencimiento de que su vigencia permanece intacta o porque sus detractores se dan por vencidos y buscan otras fórmulas para sortearla, nadie se lo plantea ya. Incluso el CIS de Tezanos, nada sospechoso de incomodar al secesionismo anticonstitucional, otorgó recientemente a la Constitución el honor de ser lo mejor del país.
Lo más llamativo de este 6-D fue la declaración de Sánchez admitiendo su disposición a rebajar las penas por malversación, otra de las exigencias de ERC. Quiere incluirlo en el mismo paquete de la sedición, también con efectos nominales. Del cambio se beneficiarán con seguridad los condenados y huidos del procés, aunque no descartemos que también alcance a los de los ERE andaluces y al funcionario de Vigo del caso cuñada. Pero estos últimos no lo tienen tan fácil por la sencilla razón de que en Andalucía penalizaría electoralmente y en el caso olívico por todo lo contrario.
Cuando Rajoy equiparó malversación a corrupción dio un paso importante en la lucha contra esta lacra. Apoderarse de fondos públicos para fines ilegales, con lucro personal directo o indirecto, no puede ampararse de ninguna de las maneras, y menos cuando se trata de favorecer a determinadas personas o partidos a cambio del voto. Este no es el espíritu de la Constitución, que proclama la igualdad ante la ley. Anunciarlo el día de su conmemoración resulta, además, obsceno. Es convertir el 6-D en el Día de la Malversación. O Día de la Corrupción.
Cabe además la probabilidad de que el cambio legal se produzca de manera tan forzada que traiga consecuencias añadidas. El ejemplo lo tenemos en la chapucera ley del sí es sí, que en lugar de proteger a las mujeres beneficia a numerosos agresores sexuales con la reducción de condenas. También la supresión del delito de sedición para convertirlo en desórdenes públicos va a provocar situaciones indeseadas. Podría aplicarse a cualquier reivindicación callejera un pelín exaltada aunque nada tenga que ver con un ataque al Estado.
Pero todas estas consecuencias, sobrevenidas pero conocidas de antemano porque de ellas bien que advirtieron los órganos consultivos o por simple sentido común, no van hacer mella en la decisión de Sánchez. El objetivo va más allá de los presupuestos o cualquier otra ley. La vista está puesta en las elecciones generales, para dentro de un año como mucho. Sus opciones para mantenerse en el poder pasan por el apoyo sin fisuras de todos los independentistas, nacionalistas, regionalistas y provincialistas, además de la coalición de Unidas Podemos o lo que quede de ella.
Y el 6-D también se produjo otra malversación, en este caso deportiva, si es que lo sucedido en Catar se puede llamar deporte. El fiasco de la Roja, con daño a las expectativas de muchos españoles que creyeron en las palabras de los mandamases deportivos, no deja de ser una utilización indebida de los sentimientos. Pero, dado que en el incidente también participó Marruecos, siempre podremos repetir con Sánchez aquello de que la “eliminatoria estuvo bien resuelta”. Mohamed VI estará de acuerdo.