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Dignidad y lealtad

    CUANDO tenemos dudas para definir una situación, un hecho, una actitud o una cosa, es prudente recurrir al diccionario para ser precisos y no incurrir en errores. Veamos. Dignidad: “Hacerse valer como persona, con respeto a uno mismo y los demás y no dejar que le humillen y degraden.” Lealtad: “Respeto y fidelidad a los compromisos establecidos y a los propios”. Se trata de conceptos admitidos como sinónimos, pese a que la dignidad tiene un matiz diferencial importante: “no admite que le humillen y degraden.”

    Un tercer concepto relacionado con los anteriores es el interés, porque, cuando aparece, se pisotea la dignidad y la lealtad, se olvida el respeto a uno mismo y se acepta la humillación hasta llegar a la degradación.

    Indignidad y deslealtad, en mi opinión, son características que adornan al Gobierno actual.

    Empecemos por la permanente deslealtad de Podemos, con declaraciones públicas insolidarias sobre determinados acuerdos del Gobierno del que forman parte –¿o van de oyentes?–: guerra en Ucrania, cumbre de la OTAN, gasto militar, crisis del CNI, reforma laboral, sentencias judiciales, cambio de opinión sobre el Sahara, desplantes a la Monarquía, nacionalismo,...; la relación ocuparía demasiado espacio.

    Pero el desacuerdo frontal no ha tenido la lógica consecuencia: abandonar el Gobierno; y esto también tiene nombre: indignidad, con lo que hacen válido el refrán “llámame perro y tírame pan”.

    A su vez, el presidente del Gobierno ni los levantó de las poltronas ni les abrió la puerta de la calle para que en ella defiendan sus desacuerdos con pancartas y algaradas. Y no lo hizo, pese a haber sido humillado con frecuencia, porque carece de dignidad y, ante semejantes manifestaciones de sus socios, se limita a apretar las quijadas, adoptar una sonrisa de circunstancias, seguir velando por sus intereses y huir hacia... ¿dónde?

    También los miembros del Gobierno han sido ninguneados, además de por sus socios, por el propio presidente, en asunto tan grave como el cambio de criterio sobre el Sahara; en el caso del ministro de Asuntos Exteriores, la actitud ha sido de desprecio. Y ahí siguen todos, humillados, sin pensar en la dimisión, porque desconocen el significado de lo que es la dignidad. Dame pan y llámame tonto o ande yo caliente y ríase la gente.

    Lo realmente triste es que el prestigio de España ante la UE, OTAN y otros organismos internaciones queda en entredicho, debido a las actuaciones de un gobierno formado por un puñado de desleales e indignos, que aceptan el vasallaje y su precio.

    16 jul 2022 / 01:00
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