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{ tribuna libre }

Sólo la ley nos hace libres

    ES un error pensar que los seres humanos son libres desde su nacimiento, pues ni lo son para nacer ni tampoco después de haber nacido. Las personas, para ser libres, tendrían que nacer con las mismas aptitudes, capacidades y oportunidades; es decir, ser clonadas, lo que atentaría contra su identidad, individualidad, personalidad y dignidad.
    Los hombres no nacen libres; nacen con aspiración de ser libres. Son candidatos a la libertad. Hegel decía que “la libertad es la ley de la gravedad del espíritu humano” y esa aspiración natural a ser libres nos demuestra que “aspirar” equivale a reconocer algo que no tenemos y que deseamos alcanzar y conseguir.
    Dada esa desigualdad bioantropológica de los seres humanos, compatible con su naturaleza racional, es evidente que esa desigualdad no se corrige, antes al contrario, se aumenta con la libertad, pues libertad e igualdad se contradicen, de tal manera que, a mayor libertad, mayor desigualdad y a la inversa, a mayor igualdad, menor libertad.
    Eso mismo ocurre con la sociedad que, según Oswald Splenger, “está basada en la desigualdad”.
    Ante esa realidad, empíricamente comprobada, no puede extrañarnos la afirmación de Cicerón de que “la libertad consiste en ser esclavo de la ley”.
    Afirmar la primacía de la ley sobre la naturaleza y la voluntad humana, es la mejor garantía para evitar los abusos del poder y la dominación del hombre por el hombre.
    En 1848 el cura dominico Lacordaire abordó la cuestión de las libertades formales y reales, reconociendo que la libertad que reclaman para sí mismos los ricos y los fuertes, es una manera de aumentar su poder en la sociedad. Por eso, sostenía que la única manera de poner límite a la voluntad humana se encuentra, según decía, “no en la voluntad de Dios, sino en la justicia social de las leyes humanas” y concluía que “entre el fuerte y el débil, entre el rico y el pobre, entre el amo y el criado, la libertad es lo que oprime y la ley lo que libera”.
    Si, como decía Montesquieu “desde siempre hemos visto que todo hombre con poder tiende a abusar de él” es acertado el pensamiento de Todorov cuando afirma que “el pueblo soberano, mediante las leyes y normas que establece, tiene todo el derecho del mundo a restringir la libertad de todos, ya que puede convertirse en una amenaza. La tiranía de los individuos es, sin duda, menos sangrante que la de los Estados; pero es también un obstáculo para una vida común satisfactoria”.
    Y termina afirmando el autor citado que, nada nos obliga a elegir entre “todo Estado” y “todo individuo”; tenemos que defender ambos para que cada uno de ellos limite los abusos del otro.
    Jurista y exprofesor universitario

    28 mar 2017 / 19:41
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