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{EL PSICÓLOGO CUENTA}

Como un pájaro en el alambre

    Me detuve, aún medio somnoliento tras una siesta vespertina, en una de las orillas del paso de cebra que tenía que cruzar, esperando la señal verde luminosa, cuando me percaté de su presencia. En realidad fue la reacción alocada de un enorme perro, intentando atraparlo, lo que hizo que mi atención fuera hacia él. Era una cría de gorrión, o eso me pareció. Con sus tonos negros y rojizos, sin alcanzar más que unos pocos centímetros, puede que no llegase ni a veinte, permanecía inmóvil y temerosa, casi como en estado de shock, ante el enorme animal que intentaba zampársela. La dueña del perro, sujetando fuerte la correa, y tirando como podía hacia el otro lado, trataba de alejarlo del pobre polluelo. Otro peatón que había detenido temporalmente su camino ante el semáforo, se introdujo de inmediato en esa especie de reservado que el día nos había concedido a los allí presentes, intentando tranquilizar al perro con unas palabras cariñosas, a la vez que recogía a la criatura y la depositaba cerca de unas plantas, alejándola momentáneamente del peligro. Un nuevo transeúnte se incorporó a nuestra particular escena, y nos señaló con voz chillona y un tanto aleccionadora que así no lo salvaríamos, descubriéndonos que otro perro podría atacarlo o un coche atropellarlo. En ambos casos, nos aseguraba, "el pajarito moriría". Me acordé de Míchel, el exfutbolista del Real Madrid, cuando en su faceta de comentarista decía aquello de que "si llega a entrar, es gol". Se suponía que alguien tendría que llevárselo y cuidarlo hasta que creciera un poco. Me miraron (los humanos), quizás esperando algún tipo de broche final por mi parte. El perro seguía a lo suyo, cada vez más enloquecido, y el pájaro aterrorizado. Me pareció como si estuviera en una de esas consultas en las que una familia se pone a discutir acaloradamente delante de mí, perdiendo de vista que estás allí (o más bien todo lo contrario), hasta que se quedan medio paralizados y casi exhaustos de tanta mala leche descargada, y de pronto te miran, supongo esperando esa intervención todopoderosa que restituya su verdad, o ese consejo mágico que los devuelva a la felicidad perdida en los tiempos de los tiempos. Como era previsible, el tipo que acababa de iluminarnos con sus conocimientos de ornitología cogió al pajarito en sus manos y, cuando ya se disponía a llevarlo a su hospedaje de pájaros, una fuerte racha de viento, sumada al aleteo descontrolado y espasmódico del animal, hizo que se le fuera de las manos y cayera en unas zarzas de difícil acceso. El semáforo se puso en verde. Y todos continuamos. Y desde algún remoto lugar alguien empezó a cantar "Like a bird on a wire..."

    04 jun 2019 / 21:57
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