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El asalto a la libertad

    ESTOS tiempos apuntan hacia una crisis del liberalismo clásico, una renovada emergencia autoritaria y unipartidista, aún en Gran Bretaña y EE.UU. Polarización y mentira es denominador común. La historia se repite, nunca del mismo modo: se asemeja a un desarrollo en espiral que reitera posiciones pero no necesariamente ascendente pues depende de muchas variables y no hay nada definitivamente adquirido. Cuentan las circunstancias, pesan historia y tradición.

    Las tendencias antiliberales, con ataques a la división de poderes, a la libertad de expresión y una tendencia a la concentración de poder del partido Justicia y Libertad en Polonia o al Fidesz húngaro es favorecida por la tradición comunista de minoración de los derechos civiles reciente en ambos países, aunque la ayuda polaca a Ucrania es digna de elogio. La tradición tampoco favorece la libertad en Nicaragua, Cuba o Venezuela que repiten en círculo a Somoza, Batista o Pérez Jiménez en formas que parecen más inclusivas pero la represión desmiente.

    El hecho mismo de que España emita un sello de correos con la hoz y el martillo (el papel conciliador del PCE en la Transición no lo justifica) es polarizador (quizá un tercio del país, tal vez del Gobierno, no se sientan liberales). El extremismo creyó en la oportunidad de la Guerra civil para resolver definitivamente la tensión social, sea el general Mola o el socialista Largo Caballero, y sólo la conciencia de un error que hizo más mal a las clases populares que bien pudo hacer su tarea sindical, hizo mejor al segundo. El sello me recuerda aquel otro gallego de la guerra con la hoz y la estrella sobre fondo azul y la leyenda “Denantes mortos que escravos” que poseo.

    Las tendencias social-populistas arrancan aquí ya del Sánchez candidato que apela a las bases contra la defenestrada élite liberal del partido y viene a sumarse así a la moda de la globalización de exacerbar conflictos, ya no de clase sino nacional-culturales y de identidades. Diversos según “ideología”: mujer y hombre, indígena y colono, musulmán y cristiano, británico y europeo, o esos “América primero”, “Espanya ens roba”, “El sur nos roba” (de la Lega), “Hungría antes”, etc. El liberalismo debe reinventarse en un mundo empobrecido, ser institucionalmente ecuánime y oponerse a la amenaza a la libertad de la pasión populista.

    15 nov 2022 / 01:00
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