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El bulevar de los sueños rotos

“...it was just a boulevard of broken dreams” (Elvis Costello, Brilliant Mistake)

Cuando estudiaba segundo de derecho, publiqué, gracias a la mediación de Baldomero Cores Trasmonte, mi primer artículo en La Noche, a la sazón el único diario vespertino gallego, perteneciente al Grupo Correo Gallego. En este artículo, titulado La diversidad de la unidad, afirmaba, con el idealismo de mis pocos años, en un contexto en el que hacer afirmaciones de este tipo comportaba un cierto riesgo, que “la unidad ideológico-política que se propugna (...) supone marginar a la oposición política”; que esta unidad cerraba “una discrepancia de pareceres políticos ciertamente insustituible”; y que era necesario “fomentar un verdadero diálogo con un mayor respeto para dicha discrepancia”. A decir verdad, aún no sé, dadas las circunstancias, cómo me lo publicaron, pero lo hicieron, respetando, además, la integridad del texto.

A partir de ahí comencé a desarrollar una línea de pensamiento independiente, ajena a influencias y servidumbres externas, que prosiguió, al término de mis estudios de Derecho en Santiago, con los de posgrado en París. Allí, entre una clase y otra, me escapaba al Jardín de Luxemburgo, a corta distancia de mi Facultad, donde leía y tomaba notas sobre lo que veía, una de las cuales se convirtió en Las barricadas del Barrio Latino, reedición, en 1970, de las de 1968. En esta nota, publicada bajo el formato de artículo en El Correo Gallego, comentaba -de primera mano, por haber estado presente- los enfrentamientos entre estudiantes y fuerzas del orden en el Boulevard Saint Michel y en el Quai des Orfèvres los días 25 y 27 de mayo, reflexionando sobre la importancia del compromiso con la defensa de los derechos y las libertades.

A lo largo de los años he tratado de mantener siempre este compromiso. El paso de un régimen a otro, sin la ruptura formal del primero, gracias a la operación jurídica diseñada por Torcuato Fernández Miranda, propició el referendum del Proyecto de Ley para la Reforma Política en 1976 y luego el del Proyecto de Constitución en 1978, y sentó las bases, con la celebración de las elecciones generales en 1977 y la promulgación de la Ley de Amnistía en este mismo año, de lo que se dio en llamar luego la Transición. Algunos creímos que, tras la “Longa noite de pedra”, no había vuelta atrás; que la vigencia de los derechos y libertades estaba asegurada de forma permanente; y que esta seguridad, basada en aquella creencia, haría innecesario tener que volver a luchar una vez más por unos y otras. Pero estábamos equivocados.

En estos últimos tiempos, los sueños acerca de una mayor consolidación de los derechos y libertades se están rompiendo de forma gradual, y ello hasta el extremo de que el camino que parece recorrerse ahora no es, como lo fue antaño, de la legalidad a la legalidad, sino más bien de ésta hacia la ilegalidad, como lo prueba una tendencia creciente a quebrar o, si se tercia, a sortear la ley. A ello no resulta ser ajeno el “ideario” del gobierno de turno, fruto de la correspondiente ingeniería política, que ya no persigue educar en valores, sino “en sus valores”, entre los que por desgracia no se encuentran el acatamiento de la ley, el respeto a la opinión contraria o la subordinación de la ideología a la razón. Este asalto al intelecto parece mostrar, parafraseando a George Lukács, la cara real de una política que es cualquier cosa menos progresista.

Una política que adopta sin pudor alguno múltiples formas, como la de los decretos sobre el estado de alarma, de dudosa constitucionalidad desde su misma aprobación, anulados, mediante las correspondientes sentencias, como no podía ser de otra manera, por el Tribunal Constitucional; la gestión de la pandemia o de los fondos europeos Next Generation, en un escenario de una incierta transparencia e integridad en el que briilan por su ausencia los valores de buen gobierno; o, por ser más reciente, la aprobación de la reforma laboral, en un clima de confrontación, tanto por la extraña emisión de un voto decisivo como por la irregular actuación de la presidenta del Congreso, más proclive a defender una vez más los intereses de su partido que los de la Cámara que se supone que representa. Habrá que seguir luchando.

10 feb 2022 / 01:00
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