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El caos de Boris y el ‘brexit’

    HASTA en la III edición del Foro La Toja se escuchaban estos días chascarrillos en torno al precipicio en el que ha caído Reino Unido debido a un indeseable brexit que la actual pandemia no ha hecho más que ahondar. Ni siquiera en el contexto británico, e incluso dentro de las propias filas conservadoras, se libra Boris Johnson de las críticas por un proceso de escisión de la UE tan caótico y desafiante en lo relativo a sus postulados duros, como débil y falto de planificación tras forzar el Acuerdo final.

    La ruptura del contrato europeo se ha convertido ya en el más claro exponente del daño que el populismo, ya sea de derechas o de izquierdas, ocasiona hasta sobre la que pasa por ser (en disputa con India), la quinta economía del mundo en términos de PIB.

    Al premier británico cada vez se le enreda más la cabellera, pues el desabastecimiento que sufre la población, y la falta de mano de obra útil y esencial, han venido a acrecentar los problemas derivados de una férrea política contraria a la inmigración que ahora se ve forzado a revisar (con ridículos visados de tres meses).

    Es cierto que también para la UE se avecinan tiempos convulsos en términos laborales y de adquisición y distribución de recursos energéticos. Por algo Francia sigue confiando en el sector nuclear, Alemania persiste con el denostado carbón, y España, que lo apostó todo a las renovables, ahora teme el futuro de los dos gasoductos argelinos que la provisionan, uno de ellos a través de territorio marroquí. Pero la fuerza conjunta de los 27 aparenta capaz de afrontar los contratiempos que definirán el final del año en curso y los primeros meses de 2022. Por eso la crisis de Reino Unido resulta más crítica.

    Su inseguridad jurídica, sus vacilantes controles aduaneros, sus fluctuantes restricciones inmigratorias, y su anhelo por pactar acuerdos comerciales con los más diversos contextos internacionales, han generado una profunda desconfianza en empresas e inversores. Y cuando el Derecho internacional aparenta burlado, el Derecho del mar vulnerado, el Tribunal de Justicia de la UE ninguneado, y las resoluciones de la ONU ignoradas, resulta insultante esperar una respuesta positiva tanto de trabajadores especializados, como de profesionales ávidos de recursos económicos.

    No hay más que escuchar a la Asociación de Gasolineras de Reino Unido, a la Confederación de la Industria Británica, a la CCA (Compañías Farmacéuticas), a la Asociación de Transportes por Carretera, o a la de Taxistas, para constatarlo. Entretanto, los militares devienen fundamentales; y asumen tareas que no les son propias. Todo sea por aprovisionar los supermercados, proteger el servicio nacional de salud, y disimular, con la excusa de la pandemia, las consecuencias fatídicas del brexit.

    03 oct 2021 / 01:00
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