Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

El CHUS, mi hospital

    SIENTO ALGO muy especial por mi hospital, el CHUS, donde ejercí la profesión como médico de niños. Ahora, unos cuantos años después, comienzan a salir a la luz los inevitables achaques, no solo a los edificios, sino también a las personas. Por supuesto, a los hechos me remito, no soy una excepción. Por primera vez me vi ingresado en el lugar donde pasé muchos años de mi vida, tan gratos, tan enriquecedores y que tan rápido transcurrieron. Durante mi estancia como paciente, en el área de cirugía, disfruté de un trato exquisito. También observé que mis compañeros de fatigas, los otros pacientes, recibían las mismas atenciones. Excelente la competencia de mis colegas, pero que quieren que les diga del resto, especialmente de la enfermeras, pródigas en el trato humano que tanto se agradece cuando uno se ve en tales vicisitudes. Con franqueza, considero que deberíamos estar orgullosos de nuestra sanidad. Lo digo como lo siento, no ya como profesional, sino como usuario, la otra cara de la moneda, la más verdadera. Los que han viajado y se han informado, trabajando fuera y, en general, todos los que han necesitado de los servicios sanitarios de otros países, saben muy bien de lo que les hablo. El comparar sirve para darnos cuenta de que somos unos privilegiados y para poder, asunto nada despreciable, hablar con fundamento.

    A lo largo de estos días de estancia pude darme cuenta de varias cosas. Algunas las compartiré con los expertos responsables. Me refiero a situaciones que surgen de lo inevitable, esa rutina que lleva en muchas ocasiones a dar por buenos pormenores que, de vez en cuando, deben revisarse. Se funciona mucho por protocolos, que conviene actualizar periódicamente.

    Estos días he leído que en el CHUS se van a llevar a cabo una serie de actuaciones con el ánimo de mejorar las condiciones de trabajo de los profesionales, así como incrementar la calidad asistencial que reciben los pacientes. De acuerdo, Galicia sigue, diga lo que se diga, tratando de mantener un nivel de excelencia sanitaria. Otros países catalogados de más poderosos ya quisieran disfrutar de hospitales modernos y dotados de iguales medios. Solo se sabe lo importante que es tener algo de tanta solvencia como es el caso de nuestra sanidad, cuando se necesita.

    Pero al igual que sucede con los protocolos, que, reitero, precisan actualizarse periódicamente, durante mi estancia hospitalaria encontré algo más que no me resisto a pasar por alto y que también debe ponerse al día. Le prometí a mi compañero de habitación durante estos inolvidables días y a su “desvelada” señora, que iba a luchar por intentar solucionarlo. Conocer a esta gente fue una experiencia más, típicos luchadores que forjaron su destino en la emigración por tierras de Suiza. Les aseguro que muy buenas personas. No puedo fallarles. El asunto en cuestión se trata de una disfunción menor, soy consciente de que así lo considerarán muchos, pero que, bien mirado, aunque encuadrable dentro de las pequeñas imperfecciones, entiendo que en este caso concreto entraña tanta importancia como las causas más aparentes. Me estoy refiriendo a las butacas, sí, a las butacas destinadas a los acompañantes, a todas luces obsoletas, incómodas y de complicado manejo. Entre que, y fui testigo, se necesita mucho tiempo para colocarlas en la posición para lo que debería ser un reposo reparador, la que generalmente solo se logra recurriendo a la solidaridad de alguien ya experimentado, y a que, por fin, en lo que terminan convirtiéndose en realidad es en un auténtico instrumento de tortura, no les extrañe que haya quien prefiera incluso pasar toda la noche en vela. Eso fue precisamente lo que sucedió a la esposa de mi compañero y nuevo amigo, quizás por no molestar solicitando ayuda, algo bien propio de nuestra tierra.

    De todos es sabido que los sufridos acompañantes desempeñan una labor inapreciable, mucho mayor de lo que podría estimarse a primera vista. Prestan un gran servicio y, a veces, durante estancias que se prolongan en el tiempo. Considero que nadie va a dudar de que se merecen lo mejor. Las actuales butacas, tercermundistas, como poco, desentonan.

    En la actualidad se encuentra al frente del CHUS una gerente, Eloína Nuñez, que lo dirige con eficacia e inteligencia. No le voy a incordiar hoy con eso de ingresar a tres pacientes en una misma habitación, algo que simplemente lo considero fuera de lugar. Me voy a limitar a lo de las butacas. Estoy seguro de que va a agradecer mi información, esa que con frecuencia solo se detecta cuando hay algo que afecta en carne propia, para tratar de introducir así la correspondiente mejora, que no creo que represente una sobrecarga económica inasumible. O mucho me equivoco o sé que lo hará, por supuesto antes de que se pongan en marcha todas esas inestimables obras que prometen. Hay veces que lo menos puede tener tanto o más valor que lo principal.

    13 ago 2021 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    Tema marcado como favorito