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El compañero y el ministro

    CONOCÍ a Fernando Grande-Marlaska por motivo de mi ascenso a Magistrado en 1996. El destino judicial me llevó a Bilbao, y allí Fernando y yo trabajamos, puerta con puerta, durante cinco años. En el edificio judicial de la calle Buenos Aires de la capital vizcaína, entre causas penales, vivimos esos años intensos “de plomo”, por las amenazas permanentes de ETA a los jueces que serviamos en el País Vasco. Fernando Grande-Marlaska y yo congeniamos enseguida, consolidándose entre los dos una íntima amistad. De nuevo el destino me llevó a Madrid, al Tribunal Constitucional, y Fernando me acompañó, poco después, con su traslado a Plaza de Castilla y, enseguida llegó a la Audiencia Nacional. Recuerdo aquella noche en su casa de la calle Barquillo en la víspera de que diera el paso público más sentido de su vida en las páginas de El País Semanal.

    La vida que hace lo que quiere, porque, como decía Julio Camba, es cosa suya, nos enseño más tarde que, por desgracia, hay situaciones que a veces se anteponen a la relación personal. No voy a referirme a su ideología ni tampoco a la mía, pero Fernando Grande Marlaska ha sido siempre un hombre comprometido, un buen juez, y un magnífico compañero. Mi madre, Carmiña, a la que dedico este articulo, quiere mucho a Fernando y lo admira aún más, por eso el ahora ministro del Interior sabe que siempre tendrá su casa en Aravaca, donde viven mis padres.

    El ministro lo está lo pasando muy mal por lo que sabe toda España, aunque solo ha hecho cumplir con su obligación en el departamento más duro del Gobierno. Los lectores de EL CORREO GALLEGO conocen mi opinión sobre la crisis en la Guardia Civil y sobre la posición del ministro, por lo que no voy a reincidir en esta declaración . El tiempo nos juzgará a todos y pondrá, como dicen los castizos, a cada uno en su sitio.

    El compañero y el amigo sobrevivirá a la contingencia del cargo de ministro y algún día repasaremos juntos, con tortilla de patata y vino tinto, la historia que vivimos.

    Termino estas líneas con una cita de la escritora favorita de Fernando, Marguerite Yourcenar, que, con inteligencia y amistad, escribió ; “Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee.”

    31 may 2020 / 00:00
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