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El convulso Olimpio Pérez

    EN sus 166 años de vida, desde su fundación en 1847 hasta su absorción por el Sabadell en 2013, el finalmente llamado Banco Gallego tuvo, con certeza, la historia más convulsa de la banca en Galicia.

    Nada menos que se llamó de seis formas distintas, tuvo siete propietarios, fue intervenido dos veces y contó con sede social en Madrid, además de la histórica en la compostelana la praza de Cervantes, de la que en 2022 se cumplen 50 años de su retorno coincidiendo con la entrada en su accionariado de Banca Catalana y Rumasa. Momento en que la familia Pérez Sáenz, heredera de su fundador, cesa en la propiedad y en el control del consejo.

    Fue fundado por Manuel Pérez Sáenz como casa de banca y después de su fallecimiento como Hijos de Pérez Sáenz y desde 1909 fue Olimpio Pérez y Hijos. En 1957 se constituye como sociedad anónima con el nombre Banco Hijos de Olimpio Pérez, al que se refiere Xoán López Facal en su libro Olimpio Pérez. Unha historia da Compostela moderna, publicado en 2018 y así recuerdo que en Roxos lo seguían llamando mis vecinos de mayor edad.

    La crisis de Banca Catalana de 1984 implicó que, cuando ya se llamaba Banco de Crédito e Inversiones, fuese intervenido y vendido al Banco Central, quien en 1987 decide cambiar su razón social pasando a llamarse Banco Gallego, quizás porque “Galego” sería difícil de entender en un banco donde su presencia en Galicia solo destacaba en plazas rurales de escasa población, como las de Camporrapado, Portomouro o Urdilde.

    En un nuevo giro en 1993 lo adquiere la diminuta entidad madrileña Banco 21, fundada solo dos años antes por el que fuera CEO del Vizcaya Juan Manuel Urgoiti, manteniendo la propiedad solo un lustro porque en 1998 Caixa Vigo pasa a controlarlo. Pese a ello se mantuvo su imposibilidad de convertirse en un verdadero banco “regional”, provincial o especializado, lo que implicó, entre otros motivos, que su rentabilidad fue de las más bajas entre las entidades gallegas.

    Su epílogo se escribió en 2013 cuando, tras ser nuevamente intervenido, es vendido por un euro al Sabadell. Fue consecuencia de la deficiente gestión arrastrada de su matriz, que no supo reorientar la estrategia de la entidad complementariamente a la de su propio negocio.

    En realidad, el Gallego operaba más al estilo de una caja de ahorros en un mercado concurrente con el de Caixanova y, desde el cambio de propiedad de hace medio siglo, los sucesivos cambios de propietarios, razones sociales o discutibles estrategias de gestión no impidieron el trágico final de la que fue, sin duda, la entidad con un historial más convulso en la historia de la banca gallega y el único banco compostelano de cierto relieve.

    25 may 2022 / 01:00
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