El dossier del Xacobeo viaja a Perbes

CUANDO en el verano del 92, Víctor Manuel Vázquez Portomeñe acudió acompañado de su fiel y eterno guardián Lois Celeiro y de su hermano Segundo, a Perbes, a casa del siempre temeroso e imponente Fraga, sabía perfectamente que en ese dossier que le iba a presentar al presidente sobre la dinamización del Camino de Santiago, estaba la ilusión de toda una vida política y amor por Galicia.

Él, al que señalaban desde varios frentes inspirador de intrigas y luchas internas contra los cuiña y pérez varela de turno, sólo pensaba en rescatar del olvido un tesoro: el Camino de Santiago. Amigo personal del ínclito José Cuiña y amistoso en el trato con Jesús Pérez Varela, no torció el gesto cuando éste último le movió la silla de la consellería de Relaciones Institucionales: antes bien, se dirigió a su hermano Segundo, se encerraron en el despacho y meses después tenían preparado uno de los proyectos dinamizadores más interesantes y eficaces que jamás haya parido ninguna agencia de publicidad en España.

Y para rematarlo, contrata a Luis Carballo y le dice que diseñe lo que des-
pués se conocería mundialmente co-
mo Pelegrín, figura entrañable que departamentos posteriores de la administración se encargaron, celosos, de en-
viar a la papelera.

Portomeñe Víctor y Portomeñe Segundo fueron dos cracks visionarios que querían lo mejor para Galicia. Hay quien pueda hacer otras lecturas, pero les aseguro que ésta era su idea.

Aquella tarde de verano de 1992, mientras ese dossier caminaba hacia Perbes, el Camino de Santiago no era apenas más que un sendero desdibujado y desaparecido en muchos tramos, apenas recorrido por unos pocos entusiastas. Víctor Manuel, Segundo y Celeiro llevaban bajo el brazo el mayor incremento del IPC que jamás conoció Galicia. Llevaban bajo el brazo la ilusión
todavía ignorada de muchos empresarios y emprendedores locales que, apostados en las márgenes del Camino, no sabían cómo salir a flote en la España
de la Expo y la Olimpiada.

Hoy muchos de esos pequeños co-merciantes tienen la jubilación asegu-
rada. Y los pueblos donde se asientan, un sitio el el mapa.

Aquella tarde en la que el dossier viajaba a Perbes, Celeiro sonreía para sí, sabedor de la maestría de su jefe. Sabedor de su valía política pero sabedor también de que acompañaba a un gallego comprometido con su lengua y su historia, gran conversador y mejor comensal, que en tardes de sobremesa amenizaba a los presentes con una oratoria sin igual sobre los grandes acontecimientos que Galicia iba a vivir en el futuro.

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