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El ‘empoderamiento’ de las mujeres en la Galicia medieval

En síntesis, el “empoderamiento” sería la acción y el efecto de “empoderar” a un sujeto individual o colectivo, es decir, según y conforme al «Diccionario de la Lengua Española» de la Real Academia Española, consistiría en “dar a alguien autoridad, influencia o conocimiento para hacer algo”. En este sentido, si se acudiese a la tradición jurídica clásica, se constataría la distinción entre la “auctoritas” ~entendida como la influencia moral emanada del concurso de virtudes socialmente reconocidas y traducidas en crédito, legitimidad y prestigio~, la “potestas” ~conceptualizada como la combinación de eficacia, fuerza, dominio, poderío y señorío~ y el “imperium” ~comprendido como la suprema manifestación en el uso de las facultades asociadas al poder~.

Si esta doctrina política se trasladase al contexto histórico del antiguo Reino de Galicia, se encontraría una sencilla e interesante formulación práctica en el acuerdo tripartito subscrito el 4 de julio de 1223 entre “dominum Alfonsum regem legionensem” [es decir, el rey Alfonso IX de León], el “episcopum minduniensem” [o sea, el obispo Martín Muñiz] y el “concilium Pontis de Viuario”. Este triángulo de actores acaba diseñando una pirámide de poder, en cuya base se encontraría el concejo de Viveiro, transformado en la institución de gobierno y administración más próxima al territorio y su población. En el segundo escalón, se hallaría el prelado de Mondoñedo, quien es referido, con respecto a los munícipes vivarienses, como “episcopo suo et domno”, uniéndose sus señoríos espiritual y temporal. Finalmente, en el vértice, se ubicaría el monarca galaico-leonés, quien, intitulándose “dominus de toto”, reafirmaría su supremacía y superioridad jerárquica.

En esta nueva contribución, el objetivo se centra en la localización de mujeres que ocuparon los escalones superior y central de esta estructura de geometría social, es decir, que fueron titulares de “imperium” y “potestas”. Del selecto grupo de mujeres con “imperium”, formarían parte, por ejemplo, la reina Toda de Pamplona [siglo X], la reina Elvira de León [siglo X], la reina Urraca de León [siglo XII], la reina Teresa de Portugal [siglo XII], la reina Sancha de León [siglo XII], la reina María de Molina [siglo XIV], la reina Inés de Castro [siglo XIV], la reina Beatriz de Portugal [siglo XV], la reina Juana de Aragón [siglo XV] o la reina Isabel de Castilla [siglo XV], cuyas interesantes trayectorias vitales se pueden consultar en línea en la versión electrónica del «Diccionario Biográfico» de la Real Academia de la Historia [https://dbe.rah.es/db~e].

En el nivel intermedio se encontrarían las mujeres ostentadoras de diferentes versiones de “potestas”, iniciando esta singladura en la condesa Ilduara Eriz, cónyuge del conde Gutier Menéndez y progenitora de Rosendo Gutiérrez [más conocido como San Rosendo], fundador del monasterio de San Salvador de Celanova. Tras el fallecimiento de su consorte, concretamente en el año 942, el rey Ramiro II de León concedía “ad imperandum” la gobernación del condado de Caldelas al magnate Froila Gutiérrez, quien ejercería su oficio “sub manus mater tue, tie nostre Ilduare”. [Véanse, Carlos Baliñas Pérez, “Domina”, condición feminina e poder público na Galicia altomedieval (séculos VIII a XI)”, «Grial», 26/99 (1988): 78-84; o María del Carmen Pallares Méndez, “Grandes señoras en los siglos IX y X”, en Isabel Morant (ed.), «Historia de las mujeres en España y América Latina», Madrid: Cátedra, 2005, vol. 1, págs. 423-442].

Siguiendo nuestro derrotero conjugado en femenino plural, alcanzamos a la condesa Sancha Fernández [de Traba] a mediados de la duodécima centuria. Era hija de la reina Teresa de Portugal y del conde Fernando Pérez [de Traba] y contrajo matrimonio con el conde Álvaro Rodríguez, después de cuya defunción, consta documentalmente como “comitissa domina Santia in Gallecia” en el año 1166 y como “comitissima Sancia tenens Aliariz”, “comitissa Sancia tenens comitatum de Sarria et de Monte Nigro” y “Sancia comitisa tenente comitatum de Felgoso” en el año 1167.

A esta magnate mindoniense, se sumarían, por ejemplo, en 1209 “domna Onega Odoarii tenente Castaneda et cautum de uilla Antimi”, en 1211 “tenente Sanin domna Tarasia”, en 1219 “tenente terra domna Tarasia Vermudi”, en 1243 “tenente Iorres infantisse domna Eldonza”, en 1249 “tenente Uimbra domna Tharasia Gil”, etcétera. Sin embargo, entre esta casuística aristocrática, en donde destacarían la infanta Aldonza Alfonso de León o la concubina regia Teresa Gil de Soverosa, sobresaldría la figura de María Peláez de Fargaoce, “maiorina” del rey Fernando III de Castilla en tierras lucenses en el año 1247.

Avanzado el siglo XIII, coincidimos con la magnate María Núñez [de Lara], casada con Diego Gómez de Roa, “endeantado mayor en Galliça”. El 30 de mayo de 1293, seguramente con motivo de su profesión religiosa, realizaron una substanciosa donación a favor de la orden monástico-militar de San Juan de Acre. Como contraprestación, el “freyre” Diego Gómez de Roa fue elegido comendador de Portomarín y la “freyra” María Núñez [de Lara] fue nombrada administradora vitalicia de la bailía coruñesa de Santa María de Régoa. Quizás actualmente sorprenda la presencia de “freyras” al frente de tenencias jerosolimitanas, mas su existencia se testimonia hasta el año 1323, cuando Urraca Ruiz de Cuesta se intitula “comendadora de la bailía de Burgos et de Logroño”.

Allende el gobierno de estructuras territoriales e institucionales, se constata el acceso femenino a la administración de infraestructuras estratégicas en la configuración del patrimonio dominical. Se trata de las fortificaciones, símbolos pétreos del “imperium” real y de la “potestas” señorial, cuya tenencia se concedía a hombres, a matrimonios [caso de Pedro Yáñez y Urraca Pérez, “tenente Novoam” en 1203] y a mujeres que, de esta forma, se integraban en la élite de las “terrarum potestates”. Serían, verbigracia, la infanta Aldonza Alfonso de León, “tenente” del castillo de Santa Cruz en 1241; Elvira Pérez de Ambía, “tenente” del castillo de Aguilar de Pedrayo en 1257; Mayor Fernández de Biedma, “tenente” del castillo de Aguilar de Pedrayo en 1267; María Menéndez, “tenente” del castillo de Alba de Buval en 1272; o Elvira González de Saavedra, “tenente” del castillo de Aguilar de Pedrayo entre los años 1304 y 1315.

Cuando se observan las fechas, desde comienzos del siglo XIV, se observa cómo las mujeres van desapareciendo progresivamente de estas esferas y manifestaciones de la “potestas” pública, reintegrándose [voluntaria o forzosamente] en el “oikos” doméstico. En este sentido, desde el reinado de Fernando IV de Castilla, se iniciaba una etapa de regresión en el proceso de “empoderamiento” de las mujeres en el antiguo Reino de Galicia, asumiendo nuevos roles en la sociedad castellano-leonesa de las centurias bajomedievales. [Véase, Eduardo Pardo de Guevara y Valdés (ed.), «Mujeres con poder en la Galicia medieval (siglos XIII-XV): estudios, biografías y documentos», Santiago de Compostela: Editorial Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2017]. ¡Ultreia et Suseia!

23 oct 2022 / 01:00
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