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El espantavotantes de Feijóo

Feijóo en Madrid llegó, vio y le empezaron a votar. Bueno, a simular que le votaban, que a falta de elecciones generales esto es lo que significan las encuestas. Todo lo contrario que Sánchez, que cuando llegó, vio y perdió dos veces consecutivas contra Mariano Rajoy, como ya preveían en aquel entonces (2015/2016) todos los trabajos demoscópicos.

Pero Sánchez sobrevivió a sus derrotas, algo que a él –y a la vista está– le resulta más fácil que sobreponerse a las victorias (también ganó dos veces luego en apenas medio año en 2019, en la primera de abril no pudo ni formar Gobierno y en segunda de noviembre sólo consiguió nombrar a una parte del Ejecutivo). El peligro para Feijóo radica en que las simulaciones que realizan los sondeos se están tomando al pie de los números, como si fueran resultados reales ya certificados en las urnas, un universo político imaginario en que el presidente socialista se encuentra por detrás del líder popular, es decir, en su propia salsa y preparado para hacer saltar la banca y acabar triunfando de nuevo.

Pero Sánchez sabe que con Feijóo no le será tan fácil como con Casado, porque el candidato gallego lleva adherida a su persona una brisa semidivina que huele a victoria y que va más allá de toda lógica que pueda explicar este hecho, simplemente cayó bien y su mera fama de triunfador electoral le proporciona cada día más y más votos en un contexto general de inflación e incertidumbre donde la gente busca seguridades desesperadamente y ansía encontrar a un ganador nato a quien seguir y poder engancharse con ilusión a su proyecto.

Este hombre por el que suspira una parte sustancial de los españoles en edad de sufragar –permítanme el americanismo– es ahora mismo Feijóo, por eso cuando decidió dar el salto a Madrid llegó, vio y le empezaron a votar, simuladamente, en las encuestas. A Sánchez que no le voten de esta manera tampoco le importa demasiado, por el momento. Es una persona tranquila cuando se mueve en el alambre, fíjense con que indiferencia gana las apretadas votaciones en el Congreso (a veces, con el apoyo de algún diputado popular, como en la reforma laboral de Yolanda Díaz). Pero, si en las Navidades de 2023, fecha en que posiblemente nos llevará a las generales, quiere comer el turrón en La Moncloa, está obligado a provocar que a Feijóo se le empiece a atragantara ya El Almendro del duro que catará por el Papá Noel de este mismo año, para que así vaya pensando en volver a casa antes de que definitivamente le tome el gusto a los mazapanes madrileños.

Y en esto anda el líder de los socialistas que capitanea nuestro Gobierno, que fue cocinero antes que fraile (y fontanero –político– antes que presidente) e intuye que, tal como está el panorama actual, no podrá sumar votos a su causa si antes no origina que el candidato popular pierda su credibilidad casi celestial. Necesita con urgencia cortar ese cordón umbilical que se creó repentinamente entre el Feijóo naciente a nivel nacional y la España deseosa de alumbrar a un cabecilla que moderadamente la dirija a un estado más previsible y alejado de la montaña rusa por donde acostumbra a meternos Sánchez, incluso antes de la aparición bélica de Putin.

En lo que queda de legislatura, preparémonos para ver al inquilino monclovita en una doble función de resonancias algo agrícolas, por una parte intensificará el sembrado de todo lo que se le ponga por delante, regando bien los campos de subvenciones públicas para que a los españoles –y a él, aunque en otro sentido– le sea más propicia la cosecha, y por otra, se plantará como un espantajo en medio de los huertos cultivados por la derecha feijoniana para ahuyentar a los posibles votantes que se acerquen a probar antes de tiempo los productos todavía en germinación. Sánchez también asumirá –ya lo está haciendo, véase su última actuación en el Senado acribillando a Feijóo con tiempo desmedido– las competencias que desempeñan los espantapájaros en la España rural –con los brazos levantados en cruz, que no cruzados, y la ropa más humilde de su armario– para que no le vengan a comer los votos a su propia hacienda.

Sánchez, al fin, dejó de considerar a Feijóo como un dócil periquito en una jaula para valorarlo como lo que realmente es, un pájaro peligroso para sus intereses, la gaviota distinguida del PP capaz de desarrollar una trama de terror como aquella que atacó en la frente a Tippi Hedren en la famosa película de Alfred Hitchcock. Las gaviotas son aves muy voraces que en ocasiones vuelan tierra adentro para satisfacer sus instintos. Llegan, ven y comen.

16 sep 2022 / 01:36
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