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El ‘flashback’ del terror

ETA ya es un clásico en el argumentario del Partido Popular. Lo fue con Fraga en la dirección de Génova, con Aznar, con Rajoy, con Casado y ahora con Feijóo no iba a ser menos. Da igual que la organización terrorista ya sea historia, historia negra pero pasada. Le sale rentable a la formación conservadora introducir el fantasma de los pistoleros del hacha y la serpiente en el debate electoral, aunque semejante estrategia en realidad muestra sus debilidades como partido: no confían en ellos mismos, en las cualidades de sus líderes y en la solidez de su programa para ganar en las urnas sin tener que recurrir a la violencia de una banda que afortunadamente ya no existe. Hace unos días, el presidente nacional de los populares, en el fragor de un mitin madrileño, nos dejó otra frase para esta antología de evocaciones del terror: “Sánchez dio más a Bildu que lo que consiguió ETA en los años de violencia”. ¿Acaso, desde el punto de vista democrático, el único válido aquí, sería mejor que fuese al contrario?

Seguir viviendo y actuando como si ETA continuase en activo y cometiendo atentados es situarse políticamente fuera de la coordenada temporal que toca. Cuando un partido político tiene una necesidad tan imperiosa de echar mano continuamente de la técnica del flashback (analepsis), tal vez sea porque no quiere o tiene verdaderas dificultades para aceptar el presente. Para interpretarlo desde una perspectiva objetiva que le permita realizar el ejercicio intelectual indispensable para ofrecer propuestas subjetivas coherentes que nos encaminen hacia adelante. Cuando se carece de una óptica temporal adecuada y se sigue invocando el espíritu superado de ETA, ¿qué puede esperar el ciudadano de tu programa?

Al PP, tanta recurrencia a la extinta banda terrorista vasca lo convierte en una fuerza antigua que subsiste fuera de época. Es una de sus características zombis y, en ocasiones, le suma otra que lo expulsa también de la coordenada espacial, como cuando deciden llevar al Parlamento gallego la discusión de la eliminación del delito de sedición del Código Penal, asunto en el que la Cámara de la rúa de O Hórreo carece de competencias.

Extemporáneamente, el BNG tiene intentado repetidamente que en el salón de plenos del edificio legislativo autonómico se debata sobre cuestiones relativas a la independencia de Galicia o a la conveniencia de asumir mayores niveles de políticas soberanistas, temas donde, en todo caso, nadie podrá negar que la Cámara de diputados sí tendría mucho que decir. Pero el PPdeG siempre evitó con sus mayorías absolutas que estas discusiones llegasen a escucharse entre los escaños aduciendo, seguramente con razón, que no son cosas que preocupan a una parte significativa de los gallegos. ¿Qué les hace pensar ahora a los populares que los ciudadanos de esta comunidad que gobiernan no duermen considerando las consecuencias de la extirpación de la sedición del Código Penal español?

A los gallegos la sedición les importa más bien poco, pero es obvio que el Partido Popular de Galicia no busca un debate jurídico, que sería absurdo; ni siquiera político, que estaría fuera del ámbito adecuado. Simplemente, pretende extender a la política autonómica una campaña propagandística nacional para de este modo intentar desacreditar aquí a socialistas y nacionalistas a propósito de un hipotético beneficio penitenciario del que se aprovecharían unos supuestos soberanistas catalanes. Y si hablar en O Hórreo de la pretensión de independencia de Galicia –como persigue el BNG– ya suena raro, hacerlo de la de Cataluña, y a través de artículos penales, además –como quiere el PP–, atruena a estrategia fuera de lugar.

Con ETA en el punto de mira de sus políticas de futuro y con el debate sobre la derogación del delito de sedición en el Parlamento gallego, el PP se sitúa, según la ciencia de la Física, al margen de las coordenadas espacio-temporales. Fuera de esta estructura lógica en que la vida transcurre, no sólo es posible ganar elecciones, sino que incluso puede que sea más fácil ganarlas. La política es así, una ciencia que en la práctica se resuelve por razones más emocionales que filosóficas. Sí, se puede alcanzar el Gobierno transitando por una realidad paralela, con estrategias que distorsionan las magnitudes del tiempo y del espacio. Igual no es muy ético pero sí posible, aunque también se puede hacer el mayor de los ridículos.

Si se quiere apelar a la violencia, ahora mismo en España la real y más terrible es la machista. Los popes de Vox la niegan y el PP no tiene reparos en pactar con ellos.

30 nov 2022 / 01:00
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