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El miedo a Vox

    VOX estaba perdiendo protagonismo. Llevábamos tiempo sin saber ni de Abascal ni de sus enfrentamientos con Olona. No trascendía ni un exabrupto. Ni siquiera consiguieron sacar rédito de su negativa a apoyar los presupuestos de Ayuso en Madrid. Así pues, ¿qué mejor oportunidad que ver y oír al polémico vicepresidente de Castilla y León sacándose de la manga un protocolo de actuación en materia de aborto, aunque éste no existiera, no estuviera avalado por profesionales sanitarios, y ni siquiera él mismo supiera explicar en qué consistía? Pero logró que la ciudadanía recordase que Vox sigue ahí.

    Está claro que se trata de una pataleta estudiada. De existir el protocolo, la directriz, el procedimiento, o como quiera que se llame el proyecto, ya se lo habrían mostrado a la ciudadanía, incluso con informes médicos que respaldaran la propuesta. También sabríamos si acaso sería una práctica obligatoria que los sanitarios tendrían que facilitar a las mujeres, o simplemente una posibilidad más de la que éstas podrían beneficiarse con total libertad. Pero nada. No se precisó el protocolo porque no existía, como explicó el presidente Mañueco. Y, aun así, sin base alguna para ello, la oposición le exige a Mañueco que rompa su acuerdo con Vox y destituya a García-Gallardo.

    Ahora muchos pretenden rasgarse las vestiduras pensando qué ocurrirá si el PP necesita a Vox para gobernar. Y otros responden que no sucedería nada más grave de lo que está ocurriendo con la dependencia que muestra el PSOE hacia sus socios de Gobierno de extrema izquierda, e incluso hacia los independentistas.

    Prueba de ello es que Sánchez adapta su agenda legislativa a los deseos de los secesionistas, y no destituye ni a Irene Montero ni a su secretaria de Igualdad, quienes no sólo no corrigen una ley unánimemente criticada, sino que se ríen de las víctimas de la misma. Eso sí; en las próximas elecciones generales, el jefe del Ejecutivo ya no podrá mentir ni repetir que pactar con Unidas Podemos le quitaría el sueño; ni siquiera prometer que no permitirá un referéndum de independencia en Cataluña.

    Por eso se augura un escenario sombrío tras los próximos comicios generales, salvo que PP o PSOE consigan mayoría absoluta, algo que hoy día parece imposible a juzgar por las encuestas de intención de voto que van trascendiendo.

    Es lógico que sean tantos los ciudadanos que añoran aquellos tiempos en los que conservadores y socialistas viraban al centro, alternándose en el poder, con mayorías suficientes para sacar adelante sus propuestas, y sin hacer zozobrar al país por culpa de formaciones sin experiencia, radicalizadas, empeñadas en cuestionar el orden constitucional y, como afirma Manuela Carmena, en manos de “soberbios” e “infantiles” fácilmente identificables a ambos lados del arco parlamentario.

    21 ene 2023 / 01:00
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