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El nirvana de Romay

    En su Historia del Tiempo Stephen Hawking no incluyó a José Manuel Romay. Fue un error porque el betanceiro merece un capítulo aparte en esa historia, aquél en el que deberían figurar los políticos que supieron hacer del tiempo su aliado. Amén de las clásicas categorías políticas de todos conocidas, hay otra de capital importancia en la que se clasifica a los políticos de acuerdo con su relación con el tiempo.

    Unos luchan contra él y otros lo convierten en compañero. Los hay que tienen una prisa crónica e interpretan la política como una carrera incesante y rectilínea con salida y meta definitivas, pero el caso de Romay es muy distinto. Es la paciencia. Job (no confundir con Jobs) a su lado es un aprendiz.

    Aunque sea de Betanzos podría ser originario de cualquier lugar donde se siga la idea hinduista del tiempo circular. Nosotros decimos que la historia se repite pero en esas culturas orientales no sólo lo dicen, sino que lo creen y lo practican. Nada más lejos que dudar de la fe cristiana de Romay, pero en su actividad política ha sido alguien con múltiples reencarnaciones de tipo budista, alguien que siempre regresa o que siempre estuvo. En su balance los éxitos superan con mucho a los fracasos pero reveses hubo, no faltaron situaciones en las que fue expulsado del paraíso y vagó un rato por el exilio para ser reclamado de nuevo.

    Cuentan que tras cada cambio en el poder de nuestra antigüedad democrática, la pregunta inmediata era “de qué va Pío” dado que ninguna combinación gubernamental era imaginable sin el gallego Cabanillas. Fuera cual fuese su cartera no sólo lo haría bien, sino que extendería magisterio a su alrededor y unas dosis sabrosas de humor mordaz. Romay es otro político imprescindible para serenar una situación tensa, asentar una nueva etapa y sacar al campo jugadores de la cantera. Siguiendo con las tipologías, hay políticos que simplemente se rodean de cortesanos pelotas y otros como este que mantienen equipos B, filiales, viveros donde se entrenan alevines y juveniles que, llegado al momento, están suficientemente preparados para jugar. Feijóo y Rajoy sin ir más lejos.

    De ahí que el autor del libro de memorias y reflexiones que se presentó el viernes pasado, haya desarrollado un talento especial para esos goznes que aparecen en la historia entre pasado y futuro. En esos momentos se mira siempre hacia Romay y él está dispuesto a ocuparse de la agricultura, combatir incendios, curar la sanidad, gestionar una provincia, repeler ataques contra el Estado desde la presidencia del órgano consultivo, o proporcionar hombres y mujeres idóneos para la misión imposible que se plantee. Pero todo parte del budismo o hinduismo político de Romay.

    En esa convicción la política es circular y en ella hay ciclos que se repiten, situaciones que vuelven y victorias y derrotas que nunca son irreversibles. Su fecunda peripecia política desmiente el mantra de que el tren sólo pasa una vez por delante. Pasa muchas veces. Sólo hay que saber en qué parada y en qué momento es oportuno subirse, y cuándo es mejor bajarse o dejar que siga su camino. José Manuel Romay lo supo y contribuyó a la buena marcha de la historia. Ahora hay que leerlo aunque no cuente todo lo que podría contar

    20 sep 2020 / 00:00
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