El otro desfile

EXISTEN dos tipos de desfiles por excelencia, las paradas militares y los desfiles de moda. En la celebración oficial de la Fiesta Nacional se dan los dos tipos de forma simultánea, porque al mismo tiempo que las unidades de los distintos ejércitos marchan cada una con su tocado distintivo, los ojos de las cámaras se dirigen hacia el desfile de moda que protagonizan las mujeres con cargo oficial que asisten al acontecimiento, porque la vestimenta de los hombres deja poco margen para la imaginación.

El resto es hablar sobre la tradicional elegancia de la reina Letizia, si era adecuado que la ministra de Trabajo Yolanda Díaz acudiera con gafas de sol –diseñadores que sí, protocolarios que no–, si el vestido morado de la ministra de Igualdad, Irene Montero, además de una declaración de feminismo lo era también de republicanismo, si el azulón de Díaz Ayuso le sentaba como un guante, y como fue el paseo por las alfombras del Palacio Real de las socialités invitadas a la recepción.

MÓVIL. No siempre habla ex cathedra, pero dice verdades como puños, sus advertencias están basadas en el sentido común y luego certificadas científicamente porque cada vez hay más personas con problemas de adicción, con lo que ello conlleva de pérdida de sentido de la realidad y de la libertad de elección.

No es la primera vez que lo hace y el papa Francisco ha vuelto a alertar a los jóvenes que se pasan el día con el móvil en la mano y viendo vídeos sin detenerse a pensar y a valorar con calma que es lo que verdaderamente se desea más allá de la satisfacción del instante y en ese sentido pone de relieve la contradicción que supone que la época que parece que favorece la máxima libertad es la que con mayor crudeza la atrofia por el bombardeo de estímulos a los que no se sabe dar respuesta porque hay una rendición ante los contratiempos.

El papa no ha hecho sino hacerse eco de uno de los problemas que va camino de convertirse en una pandemia, pero lo más probable es que sus palabras caigan en terreno baldío.