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El Pisuerga del Xacobeo

    ANALIZADO DESDE LA FRIALDAD de los actos, no puede decirse que el Gobierno Sánchez –con sus dos primeras vicepresidentas nacidas en esta tierra- tenga especial sensibilidad por las necesidades de Galicia, menos aún si tienen que ver con la vertiente laica de esa celebración religiosa que es el Año Santo Compostelano. Nada nuevo bajo el sol.

    Por eso no extrañan las raquíticas aportaciones hechas con motivo de la efeméride jubilar o que éstas, en clara contraprogramación al intento monopolista que la Xunta ejerce sobre el fenómeno, se haya presentado fuera de nuestra geografía. Pero de ello ya se ha vertido suficiente tinta crítica por quienes se consideran amos y señores de cuanto afecta al Xacobeo en su vertiente profana.

    En ese fervor crítico xunteiro, digno de mejor causa y que todos agradeceríamos tuvieran como meta los temas donde la marginación es más dañina para los intereses gallegos, sorprende que el vicepresidente primero y factótum de esta bienal celebración turística, Alfonso Rueda, aprovechando el Pisuerga del Xacobeo, muestre su indignación porque los socios de Sánchez vetaron en el Senado la prórroga de los beneficios fiscales a empresas -habilitados para 2021 y 2022 dada la prórroga del Año Santo- que Feijóo demandaba se prolongase a 2023, acaso recordando la excepcionalidad que en el año jubilar de 2010 -y en razón de que el siguiente se demoraría once años- el también gallego César Antonio Molina, a la sazón ministro de Cultura con Zapatero, logró se extendieran a 2011.

    No será desde aquí desde donde, ante el evidente cambalache que supone la acción política hoy en día, se critique que también la Xunta quiera disparar con toda la pólvora que pueda del Gobierno central.

    Lo que resulta de más lenta digestión es que la negativa a lo que supondría un privilegio se quiera vender como negación de una obligación o, peor aún, que se haga contraponiendo otras prebendas a otras latitudes, en este caso los 20 millones que ese mismo Gobierno Sánchez fija en los Presupuestos Generales del Estado para la recobrada estimación de Barcelona como cocapital cultural y científica de España. Primero, porque –guste o no- forma parte del precio a pagar por la llegada a La Moncloa. Segundo, porque no es más que devolver a la capital catalana una prebenda que había logrado para la ciudad más de dos lustros antes su alcalde Jordi Hereu y que Mariano Rajoy zanjó de un plumazo, algo que esconde la Xunta. Tercero, porque más allá de la intencionalidad del propio presidente, la medida se antoja ridícula en su cuantía para el superior beneficio que en favor de la conciliación nacional supone devolver a Barcelona un esplendor cultural antimonolítico proyectado a lo largo del tiempo con beneficios más tangibles para la imagen de España en el mundo. Y cuarto, y más importante, porque esa subvención se destina a finalidades bastante más productivas que las que contempla el Xacobeo, centradas en promocionar Barcelona como uno de los principales focos de I+D+i del Estado y como ciudad referente en ciencia e innovación. Algún día, quizá, aprenderemos.

    27 dic 2021 / 01:00
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