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El porqué de las cosas populares

“¿Por qué, a mí, se me ha caído una estrella en el jardín?”, se preguntaba Mari Trini en el año futbolístico del nefasto Naranjito en un pegadizo estribillo que Estrella Galicia rescató más recientemente para unos de sus anuncios televisivos estrella con los que pretende beberse a la España cervecera entera. Y la misma pregunta, con un matiz más político-filosófico, se hace hoy Pablo Casado en sus diálogos consigo mismo delante de su espejito espejito en el que reflexiona en directo para todo el país a través de sus redes sociales. “¿Por qué a mí, con lo bien que estaba yo ahora, se me ha caído una Ayuso en el jardín?

Se le cayó una Ayuso contestataria, altanera y chulapa en su jardín porque quien siembra vientos, cosecha tempestades y hay que ser muy ingenuo e incauto para pensar que los cachorros callejeros que soltó contra Podemos y el Partido Socialista, sin ninguna otra arma que sus dientes sin educar y una ignorancia atrevida sin precedentes, no se iban a revolver contra él y morderle en las partes que más le duelen cuando observasen hasta dónde pueden llegar con este método que no es más que una adaptación dialéctica de La naranja mecánica, de Stanley Kubrick, pero sin el control, la dirección y la cuidadosa experiencia de Stanley Kubrick detrás, sino con la mano perturbadora de Miguel Ángel Rodríguez, en su día el más fiero y grotesco perro de presa monclovita de José María Aznar.

Al joven presidente y candidato del PP, tan experto en caídas desde que sucedió a Rajoy que en su partido ya tienen suficiente materia dolorosa como para proponer un viacrucis alternativo al de la Iglesia Católica, se le cae en estos momentos el mundo encima al comprobar que su principal obstáculo para llegar a La Moncloa podría no ser Sánchez, que también, sino aquella joven cándida a la que aupó a la fama y la gloria en la joya más preciada del poder territorial popular –Galicia es otra cosa que dudo que Casado llegue a comprender–, y que ahora emite signos cada día más evidentes de que ya no se contenta con ser la princesita que ríe. En la previa a esta rara convención itinerante que organiza Génova 13, Ayuso ya se mostró capaz de expresar sus íntimas ambiciones con palabras: “Mi futuro político no mira más allá de la presidencia madrileña”. Es la señal para que Casado tiemble, como todo entrenador que es ratificado por su presidente.

Lo que no existe no hay necesidad de negarlo. Igual que san Pedro hasta tres veces negó su amistad con Jesús el Nazareno, Ayuso, que posee una personalidad mucho más exagerada, se negará a sí misma como política de ámbito estatal tantas veces como sea pertinente hasta que, negación a negación, el relato de su paso a la primera división de la política española quede perfectamente construido y se consolide entre la militancia de su partido y, sobre todo, entre la gente dispuesta a votarla y a indicarlo así en las encuestas que regularmente se publican, las maneje o no Tezanos el Estadístico de inCISivos métodos demoscópicos.

Casado parece al fin consciente de que no puede fallar más, porque entonces su camino será a la Gólgota y no a La Moncloa. Y, para corregir su errático rumbo, semeja que está sabiamente dispuesto a recurrir a la mayéutica socrática y ponerse humildemente en el lugar del alumno que aprende los porqués de las cosas de los grandes maestros de su partido, desde Rajoy hasta Aznar, pasando por todo el espectro ideológico con dirigentes como Feijóo, Moreno, Mañueco y hasta Vidal-Quadras, un histórico del PP que se descarrió para fundar Vox y ahora vuelve para presagiar tanto el triunfo de Casado como el fin del estado de las autonomías, sin esclarecer en cuál de estos dos augurios le gustaría más acertar.

A ver si después de impregnarse de tanta sabiduría heterogénea acumulada en su partido, Casado es capaz de encontrar una línea a la que por primera vez no traicione y deje de flagelarse en público repitiendo la pregunta “¿por qué?, ¿por qué?”, como Mourinho en su etapa madridista cuando la respuesta era obvia y estaba delante de sus ojos: Messi. Ayuso tiene luz pero aún no brilla como el argentino. Arriesga mucho, además, con rifas que tanto la pueden hacer una gran estrella como estrellarse. Y Casado debe romper su espejito espejito: si le pregunta, claro que la más guapa es ella.

01 oct 2021 / 02:12
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