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El trabajo interior

    EN la palabra tradicional Dios caben todas las proyecciones de lo humano e imágenes del pasado, en cambio la palabra Señor me sugiere menos connotaciones inconscientes asociadas a autoridad o verticalidad social, como dominio, carga, yugo, rango, castigo...

    Por eso para nombrar lo excelente
    –se lo llame así o Dios, Ser, etc.–, como guía de dignidad de vida y realización ontológica, siempre me gustó el término Señor, que alude a una aspiración que sin ser carga requiere esfuerzo, sin ser yugo implica sujeción, sin ser castigo asociamos al dolor moral que la legalidad de la vida impone como reciprocidad o karma en nuestros errores, y sin ser rango es de orden superior a las jerarquías sociales. Las cualidades de lo excelente desde Grecia habían sido sabiduría, rectitud, fortaleza y templanza, virtudes de cultivo particularmente trabajoso.

    Un interesante informe del programa Equipo de investigación de la Sexta sobre las búsquedas de realización espiritual en este tiempo aparentemente de crisis religiosa pero donde ha crecido la demanda de formas religiosas alternativas, mostraba los beneficios que a muchos avisados podían reportar tales afanes, si bien introducía también en este mercado no muy espiritual la popularidad del mindfulness, aunque lo hacía señalando el aval a favor de tal práctica laica –extendida por influjo budista pero con antecedentes en la espiritualidad hesicasta del cristianismo oriental–, de la propia Universidad Complutense.

    He leído en mi vida algunas obritas de espiritualidad: cristianas y filosóficas, europeas o de India, antiguas o modernas, y best-sellers del siglo pasado y de éste, una especie de libros de autoayuda, pues hubo un tiempo en que recopilé datos para un libro sobre espiritualidad contemporánea. Desde el predicador metodista Norman Vicent Peale y su “pensamiento positivo” de los años 50 a, por ejemplo, El poder del Ahora de Eckhart Tolle, de los 90.

    Si tuviera que recomendarles buena literatura española de este tipo –lecturas convenientes en un mundo tan horizontal–, además de la filosófica que comenté aquí otras veces, les hablaría de aquellas obras excelentes entre psicología y espiritualidad del catalán Antonio Blay (1924-1985).

    Y puesto que comencé el artículo hablando de meditación, recomendaría precisamente una obrita suya que tituló El trabajo interior, en la que explica técnicas de silencio y aquietamiento basadas en la tradición oriental del hesicasmo.

    23 mar 2021 / 01:00
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