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Elogio de los gobiernos sólidos

    ENTIENDO por Gobierno débil aquel en que su presidente no goza de autoridad suficiente para imponer su liderazgo. Por ejemplo, el de Castilla y León. Aunque esta condición se da con frecuencia en ejecutivos multipartido, la solidez de un ejecutivo no es consecuencia directa de la ausencia de mayorías absolutas. Prueba de ello es el Gobierno Vasco, de PNV y PSOE. Nadie duda de que quien ordena y manda es Urkullu. Pero el caso vasco pudiera ser la excepción. No hace falta más que echar un somero vistazo al tablero institucional local, autonómico y nacional para corroborar las grandes dificultades que tienen las coaliciones para gobernar por la diversidad de intereses de sus partes.

    El último episodio que cuestiona la solidez de los gobiernos de coalición lo tenemos en Castilla y León. Ante la proximidad electoral, Vox aprovecha su presencia en el ejecutivo castellanoleonés para poner en aprietos al PP, cuando la totalidad de las encuestas serias –excluida, por obvio, la de Tezanos– sitúan a Feijóo por delante de Sánchez, con posibilidad de que a final de año se repita el fenómeno andaluz de modo que Abascal deje de ser imprescindible para formar parte del Gobierno de España. Es probable que Mañueco se arrepienta del acuerdo con Vox y decida adelantar comicios.

    La situación fue muy bien aprovechada por Sánchez, quien logra al menos por unos días que se abandone el foco sobre el escándalo de los agresores sexuales saliendo de la cárcel y de las rebajas penales a corruptos. La distancia entre el PSOE y Vox es evidente, pero ello no significa la ausencia de intereses comunes. Alejados ideológicamente pero unidos por la estrategia. Ambos coinciden en situar en el centro de la diana al PP para tratar de frenar su avance. El PSOE, además, también resta protagonismo a Unidas Podemos al ponerse al frente de asuntos cuya pancarta la portaban hasta el momento los podemitas.

    La debilidad del Gobierno de coalición se manifestó a lo largo de toda la legislatura. Las discrepancias fueron constantes, si bien un tanto amortiguadas en este momento por el vértigo ante las urnas. Aquello de que con Podemos no podría dormir tranquilo fue de lo más acertado que dijo Sánchez en su vida política. Y débil también es el gobierno de la Generalitat de Cataluña, hoy en minoría tras el portazo de los de Puigdemont, con serias dificultades para sacar adelante los presupuestos y lograr, a pesar de los oficios de Sánchez, que Junqueras pueda ser candidato en un futuro próximo.

    Los gobiernos sólidos, no confundir con fuertes, son más útiles para los gobernados. Para ello me remito a la experiencia española democrática. Así lo entendieron los electores en los momentos más críticos, como fue tras el 23-F y las crisis económicas de los años 90 y 2008. Ahora, el gran problema es básicamente institucional por la dificultad de formar mayorías estables con las que afrontar los retos del presente y futuro, entre los más acuciantes para una mayoría la carestía de la vida por la pérdida de poder adquisitivo.

    Y ejemplos de gobiernos sólidos, en el presente, los tenemos cerca: la Xunta y el del Ayuntamiento de Vigo. Estoy convencido de que sus reiteradas mayorías no son casualidad. Ni al atraso político de Galicia (de los gallegos), como algunos sugieren más allá de Pedrafita y O Padornelo. Y también más acá. La estabilidad es un valor intrínseco. Es este año propicio para intentarlo.

    19 ene 2023 / 01:00
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