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En el vientre del Gran Sol

    PASO una hora con Antonio Lucas, que estaba ayer en la Fundación Seoane con lo de Javier Pintor (Somos o que lemos, ya saben). También con Xurxo Souto, el hombre de todos los mares y todas las canciones. Lucas, gran poeta y periodista, lleva varias semanas en los medios. Publicó una novela, su primera novela, y todo el mundo se rindió de inmediato ante “una prosa lírica desbordante”, como dice de él Chus Visor. La novela va del mar, o mejor, del océano y su poder. Y va de los marineros gallegos en el Gran Sol.

    No es el primero Lucas, ni será el último, en sentir esa fascinación por estas aguas despiadadas, que, con suerte y gran sacrificio, nos darán de comer. Antonio Lucas nació en Madrid, no se había subido ni a una zodiac, pero decidió irse al Gran Sol en un tiempo en el que los marineros no quieren que sus hijos les sigan corriente, y esto es casi literal, camino del gran box del Atlántico Norte. Ellos se mantienen, marea tras marea, en una invisibilidad que otros creen épica.

    La novela no es estrictamente autobiográfica. Está basada en esa travesía de unos veinte días que Antonio Lucas realizó a bordo del arrastrero Nuevo Confurco, al que él le dice Carrumeiro. Eso sucedió en 2018. Me dice (lo dice en el libro también) que era un sueño recurrente de la infancia, pero fue Manuel Villanueva de Castro quien lo convenció. Le contó que su hermano, Agustín, había muerto en su primera marea en el Gran Sol. También tuvo la ayuda de Elena Espinosa.

    No es una novela reportaje, ni nace de notas, aunque las hubiera, sino de emociones, ecos de conversaciones, fragmentos de los días y de las noches. También del silencio. La novela, creo que no lo tenemos dicho, se llama Buena mar (Alfaguara), porque eso es lo que se dicen los marineros, como los peregrinos se dicen “buen camino”.

    Antonio Lucas, claro está, conocía Gran Sol de Ignacio Aldecoa, y, como él, tenía cierta voluntad de narrar una de las profesiones más difíciles del mundo. Le digo si recordaba aquel reportaje de Manolo Rivas con fotografías de Ricky Dávila, Esclavos del Gran Sol, y, por supuesto, lo recordaba. Y lo celebraba como una gran pieza. “Llamé a Rivas, le dije si pensaba que podría hacer el viaje”, confiesa. “Me dijo que sí”. Aunque tuvo cierto temor, o mejor, respeto. Porque eso es lo que se le debe tener al mar. Respeto.

    Traigo para Antonio Lucas un ejemplar de un libro único. Es la traducción (realizada por Ramón Olivares), que en su día fue encargada por Antonio de Toro para el Instituto Amergin de la Universidade da Coruña, de un libro increíble de Michael Carroll, librero durante muchos años a pocos metros del puerto irlandés de Bantry: La segunda armada invencible: pesqueros gallegos en el Gran Sol, se llama. El viaje de Lucas parte de Castletownbere, a menos de una hora de Bantry, el lugar donde ahora los arrastreros descargan la mercancía y que los marineros gallegos han convertido en un hogar, en la última trinchera antes de partir hacia el vientre del océano.

    Antonio Lucas me dice que de allí no sacó una épica ni una historia de héroes, sino de bondad. “Ningún marinero se considera un héroe”, dice. Sólo hay respeto y muchísimo trabajo, casi sobrehumano. “Para ir a un barco en alta mar hay que ir limpio por dentro, es un lugar donde no valen las imposturas, donde todo es muy real”, me dice también.

    22 sep 2021 / 01:00
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